No quiero morir, dijo el hombre parado
frente al paredón
con sus ojos cubiertos esperando la
orden de fuego.
No quiero matar, dijo el soldado con su
fusil apuntando al pecho
del hombre vendado en un camino de
Granada.
Adiós luna, dijo uno, perdón Dios, el
otro.
Silbaron las balas.
Vencio la obediencia sobre el coraje,
el orden social sobre la poesía.
Esa noche, una luna gitana derramaba
sus lagrimas.
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