jueves, 29 de septiembre de 2011

pedazo de uña

La luna es un pequeño pedazo de uña. Camino sin rumbo. La Plata no deja de ser una chata ciudad de provincia. Avenida 44, Plaza Italia, calle 7, Plaza San Martín. Son los primeros calores de primavera. Las mujeres me miran, los hombres me miran, la luna y las estrellas me miran. Me miran los arboles, las casas, los autos, las veredas. Me miran los semáforos, las luces, los canteros de las plazas. Me miran la travesti y el policía. Me miran el amor y el odio. Me mira la sombra que se desvanece. Yo solo camino. Ni pienso, ni observo, ni hablo, ni deseo. Solo me dejo ir hacia ningún lado.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Aleluya

Paez se sienta en uno de los bordes del banco de la Plaza Once. Frente a él Bustelo, megáfono en mano predica a los fieles. Paez viste un saco viejo y gastado, una camisa raída, una vieja corbata tejida, aunque sus zapatos lucen bien lustrados. Una tarea que Paez se tomo en serio en el cuarto de la pensión. Con el betún, una franela y un cepillo le saco lustre al viejo cuero de los zapatos. Cubrió las heridas del la superficie, le sacudio aquel cepillo con esmero sobre cada parte de la superficie. Olió el cuero curtido en betún, y siguió dándole duro. Y ahí lucían su brillo los zapatos del Paez sentado en el borde de un banco de la Plaza Once mientras escucha a Bustelo. Entre el publico contaba Paez a un par de vagabundos, un viejo matrimonio, un borracho tumbado y una vieja prostituta. Bustelo contaba como había sido su infierno, como consumía drogas a escondidas de la mujer y los hijos, como se emborrachaba y violentaba contra su esposa. Como se fue quedando solo y perdiendo el respeto de sus compañeros de trabajo y amigos. Como se sintió morir una vez que perdió todo aquello por lo que había luchado. Como encontró en Dios una salida, una esperanza, una causa.
Unas cuantas palomas revoloteaban y Paez les tiraba migas de galletitas. Bustelo proclamaba el amor a Dios. El borracho tumbado, cada tanto abría los ojos para ver el movimiento rápido y constante de Bustelo con el megáfono en la mano. Bustelo bailaba, recorría un perímetro de la Plaza de forma circular y ampulosa, sacudía sus brazos, avanzaba, Retrocedía, sacudía su cabeza hacia el cielo. De las altas ramas de los arboles caían las cagadas de las palomas como pequeñas gotitas de nieve.
Paez se toca el bolsilla. Siente la petaca, falta poco para pegar un trago. La tarde es soleada y la soledad es inmensa, la plaza es un universo de gente donde nadie habla con nadie. En el parque olor a orines y garrapiñadas. En la esquina un 88 espera por su carga de pasajeros.
-Aleluya señor, arenga Bustelo.
-Aleluya. Responden Paez, el borracho, los vagabundos y la vieja prostituta.

Tom Waits Chocolate Jesus

viernes, 2 de septiembre de 2011

buenas pajas, tus pajas

Le escribí:

-buenas noches, tus noches y buenas pajas, tus pajas.

No se que carajo quise decirle con eso. Suena a pajero, es cierto. Pero en mi defensa no estaba pensando en la paja, como acto masturbatorio o en la leyenda de Onan (aunque se me cruzo la imagen de una ballena chorreando leche). Tampoco pasaba por mi9 cabeza el pensamiento de que bunas pajas que haces, aunque hubiera deseado en aquel instante una de ellas mientras devoraba mis tetillas. Para nada. Mi intento iba más bien en el sentido de decirle que goce, que sienta, que se olvide por un rato de los dolores del mundo, que expulse la familia de su mente, que renuncie a la mochila de la culpa. Pero la pobreza del lenguaje me llevo a eso. Lejos del “en esta vida el morir no es nuevo/ y el vivir, por supuesto, no lo es” de Serguei Esenin escrito con la sangre que brotaba de sus venas, sin tinta y desesperado por escribir.

Pobreza del chat del @ hasta en la sop@ como forma de asexuar las palabras. Como escribir contando monedas, pesos y centavos de una prosa desvirgada por la furia del hambre y la codicia. Como aceptar estar hechos de lengua y parole pero no de historia y deseo. Que estupidez.

(Y la ballena chorreando leche perseguida por el capitán Ahab baña los bailes desnudos de la Duncan y duerme en una lata de atún antes de ser servido con arroz en la mesa de un hombre obsceno que mira el amor y extraña la pornografía)