miércoles, 31 de diciembre de 2008

Una dama encantadora

Anoche la muerte golpeo a mi puerta. Vestía un ceñido vestido negro y lucia enormes labios rojos color sangre. Era una dama encantadora. Indescriptible. Solo que cuando fruncía el ceño se le notaban las arrugas de siglos que ocultaba con suma coquetería bajo un largo cabello de color indescifrable. Como ofrenda me traía una bolsa interminable de cocaína.
-Vengo a cumplir tu deseo, me dijo susurrando sensualmente y helándome la sangre.
-Nadie la invito, conteste asustado y mi temor se reflejaba en mi semblante pálida y la voz quebrada.
Miro a su alrededor, contemplo mi absurda soledad, el fatigoso rictus de mi existencia.
-No lo creo, contesto. Me llamabas.
Me tentó. Se desnudo y contemple una belleza que me dejo sin aliento y extasiado. Mientras en su vientre brillante y perfecto, se intuían las cicatrices de matanzas, violaciones, catástrofes, matrimonios, fábricas y oficinas.
Tome fuerzas y le exigí: -¡Fuera de aquí!.
-No. Dijo con certeza y confianza en si misma. -Tú me amas. Tenía razón.
Decidí enfrentarla sucumbiendo a su convite. Tome toda la noche de aquella blanca y cristalina cocaína que me provocaba delirio y me colocaba en el extremo de la demencia. Y decidido a vencer o ser vencido, como aquel personaje de Ritton de Jean Genet que obligado a ser el chulo de Hitler, seguro de su final, decide torcer el rumbo haciendo del culo del mismísimo Führer su objeto de salvación, me la coji -y la ame- de mil maneras. Su sexo era indefinido, pene, vagina, vagina y pene, se adaptaba a cada momento de mi deseo y me desafiaba a por más. Mi sudor era continuo y frío. Yo tenía en claro que era ella o yo y que todo lo que ofrecía era una trampa. Mi mente viajaba por miles de años, mi vida era una película donde el dolor más profundo y desgarrador me llamaba a terminar con tanta insensatez, el hedor a sangre y carne quemada en la historia, hogueras y mesas de tortura, los infiernos de las mutilaciones en hospitales y campos de batalla, cadáveres flotando en el río con los ojos vendados, el momento del suicidio. Un coro de sirenas al pie de una guillotina.
Cuando acabe, yo había encanecido y avejentado y terminado al borde de la locura. Pero la muerte era ya una vieja decrepita y sin gracia que había perdido toda su energía. De su droga nada quedaba. La eche de mi casa y dormí dulce y placenteramente.
Cuando desperté llovía.

viernes, 26 de diciembre de 2008

El viejo Hank


El viejo Hank me invita un trago. Suena pendenciero, acodado en la barra y pidiendo una cerveza. El cantinero también es un tipo duro, cara larga y sombria picada por la viruela. Nariz grande y colorada partida a puñetazos en alguna pelea de bar. Sin cuello, rodeado de la grasa de una enorme barriga. Deposita las dos cervezas de mala gana y pide su dinero. Hank lo mide con una mirada torva que resalta su propia nariz colorada y la cara dibujada a golpes. Tira desafiante el dinero sobre el mostrador. El cantinero cuenta los billetes y se va hacia la caja. Hank maldice entre dientes -Imbecil. Me mira luego de un largo trago. La cerveza esta fria. Nuevamente se dirige hacia mi. -Muchacho la poesía es para aquellos que estan verdaderamente desesperados. Hay una belleza tragica en el andar de la cucaracha. Una dama desprolija de pelo teñido de un color indescifrable espia encorvada desde su taburete. Hank la observa, yo la observo. Heridas de amor y de alcohol construyen sus arrugas. Se para y camina meneando el culo hasta el baño. Viste unos jeans ajustados y una camisa abierta. Los pechos parecen caidos, pero su culo es envidiable. Hank me dice -Ves a esa mujer. Un infierno dibuja su sonrisa y sin esperarlo pensas que solo en su desnudez, haciendo de ese culo el objeto de tu deseo serias capaz de encontrar paz, guerra, amor o locura, esta noche. Una rosa robada a la avenida de la muerte (Se autocita el viejo Hank). El bar esta plagado de borrachos y rostros con los dientes rotos. Putas viejas y solitarios bebedores de cerveza y wiskhy. Espiritus quebrados y criminales en fuga. El viejo Hank me dice -No hay escape. La poesía no puede ser un escape. Ni el delirium tremens del alcoholico. Ni la navaja cortando tus venas con la esperanza de ser leña seca y carne agusanada en una tumba solitaria. Yo escribo poesía por esta cerveza fria y por el culo de esa dama. Hank se levanta y va hacia ella que vuelve del baño. Se cruzan y hablan. El cantinero obserba con furia. Es su novia o su amante o es la simple envidia de un borracho harto de los otros borrachos. Hank lo mira y lo insulta. Lo invita a pelear. El cantinero acepta el convite. Rumbo a la puerta Hank me dice. -Ven muchacho, esta noche escribiremos poesía.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Atenas la poesia es el combate

Atenas.
Una molotov vuela y estalla.
Fuego.
Las filas del orden se dispersan.
Avanzan los manifestantes.
Una bandera roja.
Una bandera negra.
Balas de goma.
Gases.
El repliegue.
Las piedras y las molotovs.
Se quema un auto.
Se organizan la barricadas.
La policía retrocede.
Se vuelve a avanzar.
La poesía es el combate.
La polis habla
el lenguaje universal de la revuelta.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Severino Di Giovanni

Severino Di Giovanni era un anarquista expropiador.
Igual que Buenaventura Durruti que murió, más tarde, en Madrid, quien durante algún tiempo vivió en Buenos Aires, asaltando bancos para financiar a la causa.
El Severino expropiador quiso volar por los aires al embajador fascista italiano.
Severino amaba a una joven de 16 años América Scarfo, “la que veras trayendo flores” como escribió el poeta González Tuñon.
Y con el fruto de sus botines editaba elegantes volúmenes de diversos autores anarquistas y un periódico llamado Culmine donde protestaba por la suerte de sus compañeros Sacco y Vanzeti.
Severino representa, en gran medida, la tragedia del anarquismo, el acto revolucionario decidido por la indignación y la propaganda que ilumine las conciencias, dejando por fuera toda organización y lucha política revolucionaria.
A su camarada español, caído en Madrid, la incomprensión de la política le costo la vida.
Y por ello mismo los bravos obreros de la CNT no pudieron evitar que sus dirigentes se hicieran ministros de la burguesía, ni la derrota sangrienta.
Severino Di Giovanni fue capturado por la dictadura de Uriburu y condenado a muerte.
Como despedida escribe a su amada y pequeña América: "Carissima: más que con la pluma, el testamento ideal me ha brotado del corazón hoy”.
En el paredón de fusilamiento grito ¡Viva la anarquía! Antes de ser despedazado por las balas de los máuser.
“Mataron al más bello de los presentes” contó Roberto Arlt, testigo del crimen.
Buenaventura Durruti tiempo después, escribió “un mundo nuevo esta brotando de nuestros corazones” y a la cabeza de los obreros de la construcción, bajo la consigna de No Pasaran! defendió Madrid a balazos ante los fascistas.
A él también lo destrozo una bala, pero esta vez disparada por la espalda de parte de un sicario stalinista. Pero esta es otra historia.
Lo que une ambas vidas, además de la evidente comunidad de ideas, es aquella apelación al corazón, allí donde germinan las pasiones humanas, allí donde anida el sueño de libertad.

martes, 16 de diciembre de 2008

Constitución

Muchas noches me encontraron huyendo
paranoico por las calles de Constitución.
Iba en busca de calma o de algún momento
fugaz y extraordinario.
A cambio solo conseguía sexo.
El morocho alto de Barracas,
El otro que venia a casa y me meaba encima
Y después hacia que le chupara la pija.
La travesti que me invito a su hotel
Y se me brindo vestida de encaje rojo de manera
Tan caliente y cariñosa.
El coito con viejas amigas para lograr el acto del olvido.
Pero yo buscaba amor, drogas, algún bar decente,
La contemplación fría del suicidio,
La enorme fuerza de la crueldad del poder
O un rostro de lo humano en aquellas esquinas de la Ciudad.
A cambio me embriagaba y caminaba enloquecido
Lucido y frio
Hacia ninguna parte.

jueves, 11 de diciembre de 2008

La ira de los buenos


“Si me buscan van a encontrar un hombre. Tengan cuidado con la ira de los buenos”

Alberto Brito Lima. Fundador Comando de Organización



Noche cerrada. Aeródromo de Laferrere

La noche era cerrada y oscura. Profunda negritud que no dejaba asomar la luna. Ni una sola estrella se podía apreciar en el firmamento. En esta oscuridad se desarrollaba la escena de tres hombres contemplando la ausencia de la luz en la nocturnidad brumosa, el presagio de aquella oscuridad, que de alguna manera se antojaba –y era- terrible, les estaba marcando la suerte. La figura de B. se percibía entre sombras y movimientos toscos pero precisos, en ese instante contemplaba al cielo cerrado con un chispazo de furia en sus ojos negros inyectados en sangre y furia. Por un instante miro el cielo y pensó para si mismo que si el mismísimo Dios estuviera frente a él lo cagaria a patadas. Con ese sentimiento a flor de piel, respiro profundo y descargo su ultima patada sobre el cuerpo ya rendido de su victima. Su cómplice, en cambio tenia la mirada perdida en el cielo como si quisiera evadirse de lo que sucedía. La victima que ya había perdido un ojo y casi no veía por la sangre que cubría el otro y lo que quedaba de su rostro carecía de fuerzas y ganas de suplicar, o incluso de desear su propio fin. Ya estaba rendido. La golpiza que le habían propinado al hombre vencido y maniatado tendido en el pasto había hecho mella. Sus gritos y suplicas fueron apagados por la inmensidad del vacío en la noche oscura. Lo habían molido literalmente a golpes y sus huesos estaban quebrados. Sin embargo, B. no se sentía satisfecho. Aquel hombre vencido y maniatado verdaderamente le desagradaba. Lo observo con odio. Saco del bolsillo de su gastada campera de jean una sevillana automática, B. se agacho y observo la boca del hombre maniatado y vencido, que ya carecía de fuerza para oponer cualquier resistencia, obligándolo a abrirla B. observo una boca pequeña, un orificio abierto y unos finos labios dibujados que desagradaban a su vista. Había que mejorarlo, se dijo, sorbiendo una bocanada de aire fresco para con el estilete ir haciendo un tajo en la comisura derecha del labio. El hombre vencido y maniatado en el pasto lanzo un gemido desgarrador que se perdió en la inmensidad del terreno y el tráfico intenso de la ruta, en esa noche oscura y cerrada, sin luna y –para él- sin esperanzas, en el centro del aeródromo. La sangre salpica la campera de B. y las zapatillas de su compañero que contemplaba la escena completamente absorto y paralizado, como un enmudecido testigo de aquel acto de crueldad. Jamás se había imaginado tal desenlace. Lo que sucedía era la locura.

B. pego un salto y comenzó a insultar al hombre maniatado, vencido y torturado, tirado en el pasto.

-Hijo de puta me manchaste la campera. ¿¡Qué te pasa infeliz se te borro esa jodida sonrisita de ganador!?

B. tomo el caño de hierro con que anteriormente había golpeado al hombre vencido, maniatado y torturado, aquella noche cerrada y sin luna, donde el espanto de los gemidos se perdía en la inmensidad del aeródromo y era apagado por el ruido de los autos y camiones de la ruta. De un ágil movimiento incrusto el caño de hierro en la cabeza del hombre caído. La sangre salpica aún más y el cuero cabelludo cede, astillándose el cráneo y haciendo que algunos restos de la masa encefálica se desparramen en el pasto. El hombre vencido y torturado ya no grita. El compañero no lo resiste y vomita sobre el cuerpo inerte.
B. observo su trabajo. Callo por un instante y quedo paralizado. Una imagen fugaz de su viejo en el matadero le vino en mente. Le recordó la cabeza de un novillo, la maza golpeando y la sangre que salta. Se alejo unos pasos, respiro profundo y se calmo. Arrojo lejos el caño de hierro y saco del bolsillo superior de su campera un atado de Parissienes y un encendedor. Prendió uno temblequeando y dio una pitada liberadora. Todo había terminado ya. El compañero lucia abatido y pálido, sin omitir palabra, sin comprender lo que sucedía. B. intento tranquilizarlo y apurar la situación.

-Ya esta, nos largamos.

El rostro moreno de B. brillaba por el sudor y sé hacia notar aún en lo oscuro de esa noche sin luna. Lucia entre excitado por lo sucedido y tranquilo, como sabiéndose impune, protegido, incluso poderoso. Algo había hecho para terminar así, pensó mientras expiraba el humo del cigarrillo.
Dio un par de pitadas más a su cigarrillo y le dijo a su compañero que se fueran, le comenzó a inquietar el lugar y quería salir de ahí. Tanta presencia de la noche cerrada lo ponía paranoico. El compañero reacciono siguiéndolo como un zombie y en silencio, shockeado aun por lo que sucedió con el hombre vencido y maniatado.

Amor clandestino

El diputado espero a que el comisario se marchara y observo el andar de la rubia moza que había atrapado su atención. La observo atentamente, su frescura de muchacha, el bambolear de sus enormes tetas, su belleza. Sentía que el aire de su juventud era la ausencia de la propia. Recordaba burlonamente que cuando muchacho necesitaba de mucho trabajo para que una chica así se fijara en él. Se sorprendió pensándose como era entonces: un morocho fornido y barrigón de bigotes hasta el mentón. En ese entonces conseguía el sexo en el puterío –al que iba después de su jornada en los mataderos- y las novias, entre las chicas del barrio. Las prostitutas y la esposa, algo que se había mantenido inalterable a lo largo de su vida, sin que pudiera discernir cual era la diferencia entre unas y otras. Son todas putas, se repetía a si mismo. Ahora, en este presente podría llevarse a esta u otra chica así a la cama sin el más mínimo esfuerzo. El poder seduce le había dicho una vez el turco Menem. Pensó por un instante en invitarla a salir, pero prefirió abandonar el lugar sin hacer el papel de viejo verde, sorprendiéndose por el pudor.
Estaba tenso. Una vez en la calle le dijo al custodio que iba a la casa de ella, que no hacia falta que lo llevara y que lo pasara a buscar a medianoche. Desconecto el celular y camino las pocas cuadras que lo separaban del departamento que estaba ubicado frente a la estación de Ramos Mejia.
Ella se sorprendió al verlo y le dijo en su dulce tono caribeño lo contenta que estaba de su presencia. Lo abrazo suavemente y le dio un beso de lengua profundo. El diputado se estremeció por esos labios carnosos y acaricio el rostro de la mujer morena mientras ella le susurraba entre besos que lo había extrañado. La separo cariñosamente de él y le pidió un trago, le dijo que necesitaba distenderse. La mujer morena le fue a buscar el Chivas con hielo mientras ella se servía un ron con coca. El concejal la observo, un cuerpo esbelto y carnoso, un andar que lo hacia sentir en otro lado. Sintió que su pija empezaba a ponerse dura. Ella se sentó junto a él en un mullido sofá del living. Acaricio su cabello y contemplo el rostro del diputado ya relajado y sin tanta tensión. El le pidió que le hiciera un masaje y ella accedió rápido buscando con sus dedos los nudos en la gruesa espalda de su hombre.
El diputado se sabía feo e inexpresivo, incluso viejo aunque a ciencia cierta apenas había cruzado la línea de los cincuenta y mantenía un buen semblante. Sabía que a ella le atraía su posición, su dinero, su poder. El era la posibilidad del deseo irrealizado, el sueño de una vida mejor. Era un instrumento.
El diputado se sentía merecedor de aquellos susurros caribeños y del sexo mojado de la amante que se le ofrecía como hembra en celo. Había trajinado mucho para llegar hasta allí, para tener el poder de decidir sobre vida y muerte sin rendir cuentas. Se sentía merecedor de las palabras cariñosas y la fidelidad de ella.
Fueron a la cama e hicieron el amor por un buen rato, durmieron juntos la resaca del polvo y a la medianoche se despidieron con un beso tierno y la promesa de verse al otro día. El odiaba volver con su esposa, ella odiaba quedar sola por eso, pero lo aceptaba, era su hombre y su sueño y lo aceptaba.

Fist fucking

El enorme culo moreno se brindaba parado como una luna llena, se meneaba despacio, movía sus carnosos cachetes rítmicamente, tenían sabor. Su compañero se toqueteaba la pija para endurecerla, algo flaccida después del pase de coca. Ella le susurro en un calido tono caribeño –hombre, entrame vamos. Para calentarlo iba metiendo, de a poco, la mano en la vagina. De pronto, el joven amante, unto su puño derecho enguantado en latex con el frasco de vaselina. Le pidió que levantara el culo y comenzó a penetrarla con los dedos. Los fue metiendo lentamente de a uno moviéndolos suavemente, ella continuaba con su mano en la concha y lanzaba grititos de goce. Ante cada respingo de dolor de la mujer, el aflojaba y seguía penetrándola. De a poco fue metiendo dedo por dedo, hasta que entro toda la mano en el culo y los gemidos de ella se hacían intensos dando cuenta de esa extraña mezcla de placer y dolor que estaba sintiendo. Con la mano dentro del culo siguió hasta llegar a la altura de la muñeca. En ese punto comenzó a penetrarla con un movimiento rítmico y continuo, empujando con fuerza, mientras su otra mano sostenía las enormes nalgas. La mujer se retorcía y pedía por favor que parara mientras continuaba masturbándose. El no hizo caso y continúo. Ella se separo violentamente y en ese acto había una mezcla de excitación, dolor, deseo y odio; cuando salio la mano del culo ella se cago suave y placenteramente. La mierda era un elixir que reforzaba los sudores del sexo que impregnaban el ambiente. El guante de latex mostraba restos de mierda y sangre. El hombre, con la pija al palo, a pesar de la cocaína, hacia que la mujer lamiera la mierda y la sangre de su guante, la mujer muy caliente comenzó a chupar alternativamente la mierda del guante y la pija del hombre hasta hacerlo acabar.
A un costado, dos hombres contemplaban la escena, uno de ellos peinaba líneas en un espejo cargado de cocaína.

Un hombre en apuros



Quien iba a pensar que yo iba a terminar así. Apaleado y torturado por unos matones de esos que recibo a diario en mis boliches y que fueron enviados por aquellos que creí protegerme. Como iba a prever que la vida me iba pagar con esta moneda. Lo único que contemplo es el centelleo del caño con el que me golpean y la oscuridad del cielo en una noche terriblemente negra, premonitoria, cargada de demonios y de fantasmas que hoy se me hacen presentes para contemplar con una sonrisa mi calvario. ¿Será el precio de la traición? ¿pero no era la traición lo que siempre me pidieron? Ahora a las puertas de esta horrible muerte lo siento, siento el peso de haber abandonado lo que fui para salvarme, de aquellos muertos pasados que con sus caras jóvenes e inocentes observan mi sufrimiento, como traidor, como victima, como escoria de la sociedad que se mantuvo a flote corrompiéndome por lo que alguna vez fui. Siento como fluye mi sangre, los gritos de dolor ya no tienen sentido y son una queja por haber soñado alguna vez con otras muertes, como héroe, como anciano, como drogadicto, pero nunca torturado porque si. Para ser el chivo expiatorio de otras personas que necesitan de un chivo expiatorio y un culpable para tapar sus propias traiciones y sus propias culpas. Y yo que me creía protegido e impune. Amigo de los chorros y policías que tomaban su cocaína con mis chicas. De los chulos que me entregaban sus pijas a cambio de droga, dinero o favores. Porque a mi siempre me gustaron los hombres duros y siempre tuve a mis putas controladas como un macho. Que ironía, las veía en pelotas, las miraba coger, se me entregaban y a mi no me movían ni una pestaña. Pero esos tipos calientes que se las tiraban a lo perrito o creyéndose protagonistas de una película pornográfica me ponían al palo. Que ironía nuevamente, fue por una de mis putas que terminó así, torturado hasta morir en medio de la nada en lugar de haber muerto junto a mis compañeros, a los cuales traicione para vivir una vida que es mejor que no vivir ninguna.

Perdidos en las fauces de la noche

Salieron hacia la Ruta 3 y cruzaron la misma hacia el lado de Maria Elena. Los autos y camiones cruzaban de un lado y otro de la carretera a gran velocidad. A esa altura el cruce es un poco inhóspito, frente al aeródromo lo único que había era un enorme terreno baldío, junto a un gran galpón de alimentos. Cruzado ese trayecto se encaminaron entre las calles de barro, unas diez cuadras de caseríos de material y chapa, silenciosos, guardando el sueño de sus habitantes. Los ladridos furtivos de los perros noctámbulos eran su única compañía junto al ruido de sus pasos. La excitación carcomía a B. y el terror a su compañero. Querían llegar a lo del amigo, un refugio, donde tenían un lugar para pasar hasta la mañana el resto de la noche y cambiarse la ropa. Llegaron a una casa con techo sin terminar mitad tejas, mitad chapas y un caminito de material que conducía hacia la gastada puerta de madera. El amigo no hacia preguntas intuyendo que la ignorancia era su salvaguarda. B y su compañero llevaban cocaína en abundancia que le quitaron a su victima. Sin exagerar, un ladrillo envuelto en papel plateado de cocina y una bolsa plástica de mercado. El amigo trajo unos vasos metálicos que saco del congelador de su vieja heladera y el vino tinto en caja. Se hizo del espejo y una tarjeta plástica, mientras los dos hombres recién llegados de la noche cerrada limpiaban sus ropas ensangrentadas. B, excitado, apuro sus movimientos, quería tomar vino y algo de merca, su compañero, aturdido, hizo lo mismo, pero en cambio él necesitaba olvidar.
Esa noche B y su compañero, bebieron y liquidaron un buen par de gramos en rayas cargadas y mal picadas, lo que los mantuvo paranoicos, alertas y despiertos hasta el amanecer, cruzando apenas palabras que costaba pronunciar. Los gallos del barrio y los ladridos de los perros a los primeros en levantarse en la madrugada interrumpían de tanto en tanto la radio encendida, mientras el barrio comenzaba su movimiento cotidiano de hombres y mujeres mal dormidos que se dirigen a su trabajo, en busca de uno o simplemente para procurar la manera de sobrevivir otro día.

Es el poder, estupido.

El comisario llama al diputado desde un celular y le comunica la noticia.

-Es urgente que nos encontremos.

Cuando la tarde esta cayendo se encuentran en un bar de Ramos Mejía. El diputado lucia un buen porte. Impecable pantalón caqui y camisa de algodón blanca. Un reloj deportivo en su muñeca izquierda y una fina pulsera dorada en la derecha. Su rostro no era expresivo y no se podían distinguir en él huellas de preocupación. El comisario por su parte estaba enfundado en su traje gris cruzado, con una corbata a cuadros floja, el botón de la camisa blanca del cuello desabrochado. El diputado y el policía ordenan a los custodios que esperen en las mesas cercanas a la puerta. Ellos se acomodan en sus asientos y piden dos cafés y dos aguas minerales sin gas. Esperan a que la moza, una muchacha rubia que atrae sus miradas, les sirva para comenzar a hablar del tema.

-Ya esta hecho.

-Bien. Contesto el hombre político, dando certeza de absoluta seguridad en el asunto, aunque su gesto daba muestra de cierta preocupación, que se hacia notar en una especie de tic que desfiguraba por un instante un rostro de por sí demasiado inexpresivo.

El comisario se sirvió un trago del agua mineral, bebiéndolo de a pequeños sorbos que le mojaban el bigote. El diputado pensó por un instante, mientras veía a la rubia moza ir y venir entre las mesas. El hombre de ley lo interrumpió.

-¿Te parece que valió la pena correr tanto riesgo por tan poco? ¿Jugarse así por celos de una puta?

-No se trata de ella sino de mi orgullo. Se trata de recordar cuanto costo llegar acá y que nadie te va a impedir gozar de ello. Le dije que no la hiciera trabajar más y no me hizo caso. Tenia que pagar. Y no la vuelvas a llamar así, ahora es una señora.

-Como quieras. Pero estas perdiendo la cabeza y arriesgando demasiado.

Un hijo del matadero

B. pensó una vez más en su viejo, lo recordó sin su dedo meñique y anular de la mano izquierda perdidos en una faena en que se encontraba completamente borracho, en su panza hinchada por la cirrosis, en los cintazos, en las palizas a su madre y sus hermanos, en las peleas a trompadas con el viejo, en su muerte absurda tragándose el vomito en una banquina, en su duro rostro moreno y desdentado que se volvía terrible durante las borracheras más violentas. Rememoraba como cuando el era pequeño el padre y sus amigos se emborrachaban hasta el anochecer entre el asado y algún picado en los baldíos del barrio. Lo recordaba en sus “hazañas” de matón al grito de Viva Perón y Brito Lima junto a sus compañeros. Los mismos que se cogían a la madre, mientras el viejo dormía la mona.
-Viejo cabrón. Se dijo entre dientes.

No lloro su muerte. Cuando sucedió estaba preso en Sierra Chica, donde había aprendido a sobrevivir entre los pesados, gracias al hábil uso de la faca por sus pasos en los mataderos. Ni bien entro, un preso pesado, que se jactaba de ser un duro de la villa, que repetía desafiante "soy un macho de la Carlos Gardel", intento robarle las zapatillas pensando que B, que parecía un tipo tranquilo y que pasaba desapercibido, iba a resignarse. El preso era alto, fibroso y bueno para los golpes. Tenía su nariz y su rostro moldeado a piñas y cadenazos, además de varias heridas en el cuerpo. El preso lo encaro a B. tomandolo fuertemente por el cuello.

-Dame tus zapatillas, gil. No se te ocurra hacer bardo que te reviento. En un movimiento imperceptible B. atravesó la cara de su asaltante desde la parte inferior de la mandíbula, hasta el ojo derecho. El preso se soltó ante la sensación del filo. No tuvo tiempo de ver el estilete. Grito y cayo al suelo donde se retorcía desesperado en el piso. B, con calma, se acerco ante la vista de todos y le susurro al odio:

-Nunca me vuelvas a tocar. Desde ahora vas a ser el tuerto puto de la Carlos Gardel. La próxima te corto el cuello.

Cuando le llego la noticia de la muerte del viejo le vino en boca de un guardia cárcel, un jujeño fornido de mal humor y cara de estar siempre tomado, lo que se confirmaba por su persistente baranda a alcohol barato. Le había tomado simpatía a B., su forma campechana y tranquila. El jujeño fornido con cara de mal humor y de estar siempre tomado le comunico la muerte del viejo. B. pregunto como fue y el guardia cárcel respondió lo poco que sabia. Le informo además que iba a poder salir al entierro con custodia. B. se quedo duro con la mirada clavada en el piso, la que fue subiendo lentamente hasta mirar por unos segundos al hombre de uniforme. Por un instante reconoció en el jujeño fornido de mal humor y cara de estar siempre tomado a su viejo, lo cual le desagrado mucho, generando en él una sensación de rechazo que le hizo acercar su mano a la cintura, acariciando en su espalda la empuñadura de su faca. Duro solo un instante, un flash donde los ojos de B. encontraron la imagen perdida hace ya tiempo del padre, hasta que dio un respingo y freno su impulso. Enseguida, aunque turbado, atino a decirle gracias al guardia cárcel, quien le palmeo la espalda a B. mientras el le contestaba con una leve sonrisa.
B. no lloró aquella muerte y ni ninguna otra en su vida. Estaba acostumbrado a ella. Ni le atraía, ni lo asustaba, estaba allí como parte de su vida, como los animales muertos en la faena colgados del gancho y las victimas de su faca. La muerte era para él producto de su oficio.

B. y su compañero abandonaron esa tarde el rancho de María Elena. El día era gris y fresco, una tenue llovizna molestaba el andar y embarraba el calzado. Los ranchos parecían asombrosamente silenciosos. Antes de partir tomaron un último pase y separaron sus rumbos. La tarde era gris y oscura como la noche anterior.







Crimen y castigo

El compañero llego esa tarde gris y lluviosa a su casa en los bordes de Rafael Castillo. Su rostro, su cuerpo, su andar, todos sus sentidos seguían conmocionados. Sentía el peso del crimen en cada uno de sus movimientos, se percibía en la mira de todos, como delatando lo ocurrido en cada uno de sus actos. La conciencia del acto golpeaba su ánimo. Sentía culpa, profunda y horrenda, una culpa que carcomía todos sus sentidos sin permitirle calmarse. Una culpa cristiana y pecaminosa que lo corroía moralmente. Lo extrañaba el hecho de sentirse así, como un principiante. Pero la crueldad excesiva del acto homicida lo estaba carcomiendo. La paranoia de la cocaína hacia el resto del trabajo. El sentimiento que lo embargaba se había apoderado de todo su pensamiento y había derrocado todo prurito y explicación.
Vivía en una casa de material, con un galpón en el fondo hecho con chapas y ladrillos donde el compañero tenía sus herramientas y un catre con colchón, que era como su refugio intimo. Allí se acobachaba en tiempos de su matrimonio cuando no soportaba los gritos de la mujer y se cansaba de molerla a golpes para callarla. Allí se dirigió una vez que llego para sentirse lejos de todo. Antes saco de la heladera un cartón de vino y limpio un vaso de vidrio al que lleno con hielo. En el galpón, el compañero busco un espejo, rompió la piedra y la peino sobre el mismo. Con un cutter y una tarjeta dura armo la raya y dio otro pase. Limpio el espejo, se miro y tomo un sorbo de vino. Volvió a mirarse en el trozo de espejo y no se reconoció. Miro sus manos, sintió la dureza de sus nervios y de sus músculos, recordó en un flash el cráneo partido del hombre muerto en el aeródromo y su propio vomito sobre él. No lo podía creer. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Cómo se había transformado aquello en una inexplicable carnicería? De repente comprendió que se habían ido al carajo y que iba a traer consecuencias. Pensó que su propio vomito lo incriminaba en el crimen. No sabía muy bien por que pero tenía la intuición de que era una evidencia para la policía. Por más que B. le dijera que no había drama, que estaban protegidos, él no confiaba en los ratis. Se asusto y el corazón comenzó a latirle aceleradamente. Con el pulso temblequeando tomo un trago de vino y preparo otra raya, para tranquilizarse. En ese instante se sintió solo y asfixiado nuevamente por el peso de la culpa, mientras el temor lo ganaba lentamente. La muerte y la imagen del cráneo ensangrentado lo perseguían, lo miraban desde todos lados, en los rincones, en los conos de sombra que atravesaban el depósito, en el catre donde su cuerpo no se animaba a conseguir descanso. Cada pase lo adentraba más en un círculo que lo conducía a una especie de locura donde un cadáver destrozado se aparecía como testigo ante las invocaciones místicas de la imposibilidad del perdón, el castigo divino y la cercanía de la propia muerte. Se sentía inmensamente solo y agobiado.

-Dios mío, no lo puedo creer, nos van a matar. Se repetía una y otra vez, cada vez que el bajón se hacia perceptible.

El bonaerense

El comisario llego a su departamento enorme y solitario en el barrio de Floresta, sobre la avenida Rivadavia. Era un piso alto y espacioso con grandes ventanales hacia la avenida. Cuidado en los detalles, colores tenues en las paredes y austero en muebles. El policía había llegado allí luego de la separación con su última pareja. No servia para la vida matrimonial, aunque corriera el riesgo de poner en evidencia su doble vida. Le gustaba el lugar y le gustaba la soledad que respiraba en ese ambiente. Se sentaba en un sillón frente al balcón, ponía música de fondo y bebía tranquilo una botella de vino. Demasiados detalles para un hombre de la bonaerense. Siempre había sido un bicho raro en esa banda. Aunque muchas veces resultaba algo bizarro ya que después de todo era un hombre de la bonaerense, enriquecido hasta el hartazgo a costa de corrupción, protección, tráfico y robos como el que más. Respetado por sus hombres que se sentían protegidos e impunes con su jefe, quien siempre había tenido en claro que había que tener los pies y los oídos puestos en el lugar de los hechos, que había que evitar el odio y la adulación, que había que saber dominar por el temor y repartir lo suficiente para mantener a los suyos satisfechos, necesitados y obedientes. El comisario había aprendido aquello más por la práctica que por alguna lectura apresurada de El Príncipe de Maquiavelo.
Esa noche se acariciaba el bigote y pensaba en la situación que se le presentaba, en el precio a pagar por la muerte del hombre en el aeródromo. Evaluaba los costos. Pensaba en el sentido de la lealtad y en la traición. En la afinidad y en los negocios. Aquella muerte le había removido los recuerdos y sentía que la decisión tomada no sólo le resultaba riesgosa sino también algo penosa. Conocía al hombre. Solían beber juntos en un bar que el hombre regenteaba por Ramos Mejía o jugar poker. El muerto era algo mayor que él y era un conocedor de la psicología de los hombres con poder, lo que le permitía brindarles un servicio adecuado para satisfacer sus deseos. El comisario lo protegía.
El hombre de la bonaerense se sintió melancólico. Le sorprendió ese sentimiento. Sintió cierta percepción de cercanía al recordar la complicidad que le brindaba aquel hombre cuando le presentaba a sus taxis, muchachitos cabrios y de buena verga, amantes de una noche, que el hombre muerto reclutaba en las calles para que brindaran placer a sus amigos y a algunos selectos y adinerados clientes.
En cierto sentido la muerte del hombre era la única salida para mantener todo en sintonía con el diputado. El finado conocía al dedillo todos sus vicios. Sabia que su joven amante era quien se cogia a la hembra del diputado y esa información podía llevarlo a una situación poco favorable. Tenia que optar. Le gustaba su macho y no pensaba entregarlo para satisfacer los celos del político

Crimen y castigo II.

En un intento desesperado por salvarse, por expiar de su recuerdo, de su sangre, de su ropa, de todas y cada una de las partes de su cuerpo, abandono el rancho del fondo después de un largo pase sobre el espejo donde rebalsaba la merca y se reflejaba el rostro abrumado del amigo de B. Cuando salió al patio para cruzar a la casa sintió todo el peso de la cocaína, el alcohol y la desesperación que se había adueñado de ese instante de su vida. El atardecer ofrecía un cielo limpio luego de la continua lluvia, con un sol rojo en el lejano horizonte más allá del barro y los ranchos, mientras un puñado de estrellas y una tímida luna se asomaban como noche. Respiro profundo y percibió miradas inquisidoras, inexistentes, que atravesaban sus pensamientos e imágenes de sangre y locura, que escuchaban las palabras mudas con que él se explicaba los acontecimientos una y otra vez en busca de un sentido y una respuesta. Un repentino ataque de angustia y paranoia lo acribillo provocándole un sudor frió y oloroso. Hedía a alcohol, miedo y cocaína. El ahogo de la culpa y el terror transformaron en una odisea el cruzar el patio.


El hombre entro en la casa y cerro la puerta. Se deshizo de sus ropas y conecto en el pequeño baño el calentador eléctrico de la ducha. Tomo un baño caliente mientras se frotaba el cuerpo con jabón, con obsesión para limpiar de él los olores y los rastros de la muerte. En el instante del baño reino la calma y pensó en quemar la ropa para ocultar cualquier evidencia. Cuando termino el baño se contemplo desnudo en la pieza frente a un espejo buscando algún rastro de lo sucedido, como si alguna marca en el cuerpo lo hiciera identificable. Se vistió con un pantalón de buzo, una remera y un pulóver viejo. La ropa del crimen la coloco dentro de una bolsa tipo consorcio para quemarla más tarde. Tomo de la heladera más vino, dio un sorbo largo de la cajita y marcho nuevamente, casi corriendo, al refugio del galpón, donde se abalanzo sobre el espejo para preparar otro pase.
Curiosamente al lado del espejo con la merca había una pila de libros que había robado a un vendedor callejero. Le llamo la atención uno viejo, de tapa dura cuyo lomo rezaba Fedor Dostoievsky. Lo abrió, lo ojeo, lo dejo así abierto al costado. El amigo no aguanto más la culpa. Hizo un último pase cargado y potente. Su nariz sintió el esfuerzo y comenzó a sangrar. Contemplo frente al espejo su propia sangre y se quebró. Con el revolver 38 que había llevado al apriete, se lo puso en la boca, rezo un padrenuestro y un Ave María, lloro implorando perdón y se voló la tapa de los sesos. La sangre salpico las paredes de chapa y el catre, donde el cuerpo inerte se desplomo, como si al fin hubiera hallado el descanso.

Un encargo en el tugurio

El tugurio estaba iluminado con luces rojas que molestaban la visión pero que daban al lugar un cierto clima de intimidad. Dos prostitutas, una rubia y una negra, se acodaban en la barra esperando que alguien las llamara. Quien atendía el mostrador era un calvo grandote, cara de boxeador. Llevaba encima una gran resaca que se notaba en cada uno de sus torpes y cansinos movimientos. En las mesas del fondo algunos pocos clientes conversaban animadamente con las otras chicas que rondaban el lugar. Cuando B. ingreso sintió como todas las miradas se dirigían hacia él. Paranoia de cocaína se dijo a si mismo. Allí había quedado encontrarse con quien era su contacto. Lo citaron para hablarle de un trabajo. Aun no sabia de que se trataba pero el siempre había respondido con lealtad a los llamados del diputado, viejo compañero de su padre, quien lo recordaba como un buen peronista, hombre de Brito Lima y el CdO. B. era su soldado. Como aquella vez que junto a unos muchachos del Mercado Central reventaron a golpes a unos señores paquetes de la Sociedad Rural que pretendían silbar al turco Menem. O cuando quemaban las casillas de unos obreros que jodian a sus patrones en los mataderos. O simplemente cuando cuidaban algún lote de merca que salía de la villa.
B. pidió una cerveza bien fría al calvo con resaca de la barra que se la sirvió con mala gana. Una morena de la barra se le acerca para saludarlo cuando entra el contacto, un gordo morocho con pinta de poli.
Mientras tanto sobre una tarima que oficiaba de escenario se desarrolla el show. Una mujer flaca de unos veintitantos años, de nariz prominente, pelo corto, pechos pequeños y enorme culo se contornea vestida de colegiala frente a un moreno fornido. Ella se desnuda dejando ver unas pequeñas tetas duras y los pezones parados y ennegrecidos. Baila un poco meneando su culo enfundado en una mínima tanga. El fornido moreno no es muy atractivo pero tiene buen físico, la acompaña en los movimientos y la posee. Los boxers dejan entrever una enorme verga que se ha endurecido. Ella pone cara de sorprendida y besa la pija a través del boxer.

- Como estas? El jefe tiene un encargo para vos. Hay buena plata.

- Quien es? Pregunta B. mientras bebe un trago de cerveza.

-Un proxeneta. Hay que limpiarlo sin dejar rastro. Llévate otro, mira que va armado.

Ella se coloca boca arriba sobre una camilla, abierta, con su concha mojada recibiendo plenamente una enorme y dura verga, que la penetra. Se mueve, se retuerce, se estremece, se parte en dos para recibirla entera en su interior. La siente y grita ante cada embestida del furtivo amante (actúa o goza se preguntan B y el poli gordo). Se pone de espaldas y luego lo monta como poseída. Acaba meandose sobre el pene del moreno fornido. El acompañante con la enorme pija tensa, la saca del coño y obliga a chuparla. La lengua húmeda la recibe. La leche del compañero le chorrea la boca y las mejillas. Ella, hermosa en el relax del final de acto. Algunos aullidos y aplausos parten del escaso público.

- No te preocupes dalo por hecho. Para cuando. Dice B.

El poli gordo se marcho y B. se quedo bebiendo la cerveza. Decidió gastar unos pesos en aquella pequeña estrella del escenario.

La vida por Perón

El diputado llego a su casa en San Justo entrada la noche. Su mujer ya estaba acostada lo mismo que sus hijos.
El hombre se quedo en la cocina donde se sirvió un Chivas con hielo mientras calentaba en un microondas algo de comida que le habían preparado. Contemplo su comida, la que apenas probó y bebió su trago mientras fumaba un pequeño puro Romeo y Julieta.
Recordaba los tiempos en que tenia que hacer los trabajos que el ahora encargaba. Sentía la ironía de ser hoy alguien tan fuerte como para mandar a matar cuando 25 años atrás era un simple mandadero que con astucia y agallas había sabido abrirse paso en la vida. Su mente retrocedió a los primeros días del otoño del año 1975. Un día caluroso (recordaba aquel calor como algo distinguible y particular de aquella historia, su sudor corriéndole por el cuerpo y la constante queja por aquel clima en otoño) Alberto en persona lo convoca a él y le encarga una tarea particular. –Mira negro, hay que sacar del medio a unos montos que están jodiendo en los mataderos. Júntate gente y reventalos. Que nadie sepa nunca más donde encontrarlos y si los encuentran que nadie se anime a terminar así. Que comprendan bien lo que significa enfrentar la ira de los buenos. Me entendiste?.
El ahora diputado recordó que allí conoció a su ahora victima. Un monto que se había dado vuelta y condujo a sus compañeros a una ratonera. Arreglo una reunión en su sitio seguro, una casilla de chapa y material por La Tablada. A medida que iban llegando los iban desarmando y golpeando con caños para terminar acuchillandolos. A los sobrevivientes y a los cadáveres los despellejaron como a los animales en el matadero. Sobre una de las paredes de la casa de chapa y material firmaron su acto con aerosol: Zurdos de mierda, tengan cuidado con la ira de los buenos, ¡Viva Perón!.
Aquel recuerdo sorprendió al diputado que gozaba relajado de su Chivas y su nueva vida. Con su carrera política en marcha, ya lejos del CdO. El diputado recordó en aquel acto que uno de los matones era el padre de B., su ahijado, a quien siempre había tenido en estima. Lamento que tuviera que liquidarlo también, pero en política siempre hay que optar. Son precios que hay que pagar, pensó, mientras saboreaba su Chivas.

Deseo viril

El hombre de ley termino su vino y tomo el teléfono celular. Sintió que estaba caliente y tenia ganas de sexo. Al rato sonó y bajo a abrirle a un joven moreno marcado y grandote, con cara de niño. El comisario se calentó más apenas lo vio. Ya en el ascensor manoseo la pija del moreno y la sintió dura y grande. El comisario se relamió y se sintió tranquilo.
Le gustaba aquel macho y lo sabia confiable. Era alto y musculoso, físico de gimnasio y buena alimentación. Un morochito de clases medias ávido de ascenso social y categoría que pretendía conquistarla a puro vergazo con quien sea. Vestía una campera de jean ajustada al cuerpo y la enormidad y dureza de su miembro le sobresalía de los pantalones de tela. Era una noche fresca y el comisario se alegro por ello. Le gustaba imaginar la pija bajo el pantalón del muchacho.

-Espera, dijo él. Espera a que lleguemos.

El ascensor marco el 8vo piso y detuvo su marcha. Abrieron la puerta del departamento y el lugar volvió a sorprender al taxi. Grande, espacioso, luminoso.
El comisario beso al muchacho en la entrada y comenzó a manotearle el sexo duro bajo los pantalones. El muchacho sintió el placer de aquel roce.
Se saco los pantalones y debajo de los boxers se dejaba ver la enorme erección. El comisario comenzó a chupetearla con los calzoncillos puestos del muchacho mientras se bajaba sus propios pantalones para masturbarse. Su pija también estaba dura y su culo hacia agua, mientras el miembro del taxi se agrandaba. Ambos gozaban.
Quedaron desnudos y frente a frente masturbándose. Pija sobre pija. Dureza y dureza. No tardo mucho para que el culo del comisario se ofreciera al joven semental que lo hacia suyo.

-Te gusta más mi culo o te gusto más el de la negra? Pregunto el comisario al joven amante. –La quiero toda sabes.

Un degüello de soles muestra la tarde

B. se había guardado un tiempo en su rancho, una casilla en medio de la nada por Catan. Esa tarde vio llegar al Regata pero los ocupantes le resultaban cara conocida. Reconoció en el coche a dos polis, gente del diputado, así que no se sobresalto. Estaba sentado en el frente de la casilla, en una reposera, tomando vino tinto en tetra break, escuchando una radio que pasaba en ese momento El Arriero de don Atahualpa. Se sentía alegre y ligeramente borracho así que saludo a sus visitantes. Había un gran sol y en el frente estaba agradable. Invito a los hombres a entrar, les ofreció un vino y pregunto el motivo de la visita.

-Venimos por lo del aeródromo, hay quilombo.

B. se sobresalto y dio un respingo poniéndose de pie y llevando instintivamente su mano a la faca.
-No te calentes, dijo el policía morocho y gordo, mientras su compañero un hombre pálido de rasgos aindiados, disparaba una 32 alcanzando a B. con dos tiros, uno en el pecho y otro en la pierna. Cayo desplomado al lado de la reposera y el vino de la caja se derramaba confundiéndose en un mismo charco con la sangre de B. que manaba profusamente. El gordo se acerco y lo remato con un disparo en el pecho.
En otro lado el comisario y el diputado, frente a las cámaras de TV, celebran una conferencia sobre los desafíos de la democracia y la seguridad ciudadana.
La morena amante del diputado y el joven taxi los miran por Canal 26, desnudos en la cama, en la habitación de un albergue transitorio.


miércoles, 10 de diciembre de 2008

arde platon

El fuego purifica.
Asi lo pensaban
quienes quemaban
en la hoguera
a las brujas
y los herejes.
Para mantener
por los siglos de los siglos
dos creencias:
la de un dios muerto
y la del gobierno de los sabios
que predicaba el viejo Platon.
Hoy arde Atenas
bajo las bombas molotovs.
Espero que se chamusque
la filosofia del poder
y el dios dinero
y que otra vez
nos brinde Grecia
un despertar grandioso
para fundar la nueva polis
libres del capital.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Mensaje de texo (un poema para Mariana)

La llamada al teléfono celular nos acerca
Pero no resuelve el asunto.
Es una cercanía imperfecta, amiga mía,
porque igual seguimos lejos
sin saber el uno del otro
más allá de esas cuatro líneas en un mensaje de texto
que siempre me recuerdan que cuento con vos.
Pero no sabes nada del dolor y las nauseas
y la fatiga de los remedios que me tocan tomar.
Y de cómo navego alucinado por mi inconsciente en sueños profundos.
Como yo no se nada de tus deseos maternales,
ni de tus romances.
Ni de que te sucede en esta tarde mientras el sol brilla soberbio.
Yo, observaba la seducción de la chica del mac donalds
que mientras buscaba como llegar a su cita
por el gps del celular lanzaba miraditas
al rubio de traje que pide un cuarto de libra con queso
canchero, ganador, sorbiendo grotescamente una Coca cola.
En la boca del subte una multitud que se pierde
tragada en sus entrañas y el hombre de pelo gris
que habla a los gritos sobre cifras y dólares,
para que todos los escuchen
sobre todo las mujeres vestidas en ajustados trajes de oficina
con sus escotes abiertos y los pezones duros
al escuchar la palabra dinero.
El flirteo de un par de maricas,
un musculoso y un flaco,
que se seducen con la mirada en la avenida
y se pierden en la oscuridad de una calle lateral
para toquetearse en secreto antes de decidirse a cojer.
Cuando cae la tarde
dos chicas gorditas y bonitas
mean borrachas en el garaje de un edificio
mientras hablan con sus novios por celulares
del mismo color que sus bombachas
que están bajadas y dejan ver sus sexos peludos.
Pero la marihuana ya no tiene el mismo efecto
en esta extraña noche estrellada
donde a pesar de tu llamada diciendo que andas cerca
seguimos perdidos.
Y que pienso que jamás nos encontraremos
o todo lo contrario
que todo aquello es el preanuncio,
amiga mía,
de una larga noche extraordinaria.
Y temo quedarme sin credito e incomunicado.

lunes, 1 de diciembre de 2008

el joven poeta

No hay duda.
Aquella vieja queja sobre la belleza,
se hacia presente.
Deseo de estar borracho como una cuba.
Dormido bajo el sol y acurrucado a orillas del mar
(¡La eternidad!).
Soñar aquel sueño del joven Rimbaud.
Besar su nuca y aquellos labios
Beber del semen del poeta
licores más potentes que el laudano.
Brindis de lujuria
como las palabras que arden
y descubren el corazón oscuro
de lo que acontece.
Y pintar con su sangre
nuestra mascara de guerra
en las calles de la Comuna.
Juramento de amor con dulce violencia
del viejo poeta Verlaine,
masturbandose enloquecido y
alucinado de opio
mientras el tiempo se disuelve.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Porque mate al contador Iparraguirre

Cuando recuerdo esto estoy escuchando a Janis Joplin. Desgarrada y llena de una magia inexplicable. Hermosa llena de ácido y heroína en las venas, pienso en ella caminando desnuda hacia su muerte.
El blues acompaña mi resaca y me permite recordar aquello. Será por que cuando sucedió yo me había tomado un ácido lisérgico y el cosquilleo recorría mis nervios, mientras mi cabeza despegaba cada vez que intentaba concentrarme en no cometer ningún error y de repente estallaba la risa que sonaba demencial en aquella situación. El asunto era que estaba en una oficina llena de secretarias siliconadas que sudaban su terror frente a dos sujetos como nosotros que amenazábamos con terminar con sus vidas entre risotadas alucinadas. Carlo fumaba porro con una mano y con la otra sostenía la 9 yo miraba aquellas tetas hinchadas y me imaginaba estar asaltando la republica de las tetas siliconadas, una suerte de show de Marcelo Tinelli en Belgrano, cuyo presidente era un patético viejo de traje impecable y fealdad humana solo comparable a la de Gerardo Sofovich y Jorge Lafaussi juntos y sus ministros, tres tipos más jóvenes, edad media, sonrisa canchera, traje de moda y cara de garca bronceada en cama solar, por el cual sudan los bajo vientres de las secretarias tetonas y teñidas, que ahora que huelo bien, desprenden el mismo perfume de albergue transitorio que los impecables sacos ejecutivos de aquellos hombres ganadores que se tiran al suelo entre sollozos. Los acompañaban dos tristes guardias privados, hombres resentidos, que habíamos reducido y contrastaban con el ambiente general. Pero el asunto es que entre las risotadas, la 9 de Carlo y mi 38 desfiguran aquellos rostros confiados y solo se percibe su miedo y su disposición a cualquier cosa para salvar sus vidas. Pero no estamos allí para ver tetas ni para cojer secretarias, sino para llevarnos 100.000$ en efectivo que habían recibido como parte de una operación y cuya data nos había vendido uno de los guardias, hombre resentido, que estaba tirado en el suelo.
La verdad es que no se porque se nos ocurrió que podíamos dar aquel golpe estando tan locos pero el asunto es que lo hicimos. La noche anterior esperando el atraco nos habíamos puesto hasta el culo de merca y teníamos una resaca de puta madre y decidimos quemar un ácido y medio de los tres que guardábamos para festejar el éxito del robo. Estábamos relocos y lanzados al mejor estilo Pulp Ficción y the mother fucker si no quieren que los mate entreguen todo ratas. Y no se si fue que los vi tan vulnerables en mí locura y su cobardía o despertó en mi algún dormido instinto anarquista que pensé viendo la cara del que nos abría la caja, con ese rasgo de soberbia burguesa trastocada en pavor frente a nuestras armas en aquella frase de Balzac que dice que detrás de cada fortuna hay una crimen y me sentí un vengador. Entonces cuando lo escuche decir esa frase nerviosa del tipo para calmarme –Tranquilo negrito, llevatelo todo, asustado pero calculando, como diciendo total me lo cubre el seguro y además tengo más torta y después me olvido yéndome un fin de semana a Punta, que me agarro un cosquilleo fuerte que me crei el Guason de Heath Ledger y conteste desencajado –Mala respuesta y le puse la 38 en la sien y apreté el gatillo desparramando los sesos de aquel contador por todas partes, y alucine que le volaba la cabeza al mismísimo Tinelli, o sorete semajante, enchastrando de sangre todo y arrancando el sonido del terror a los demás y la ira y la sonrisa alucinada de Carlo que contemplaba la escena como un espectador de cine de película muda, y echamos a correr pero antes le puse otro balazo al guardia que nos había vendido la data, le apunte y le dije -por ser su perro y por las dudas. Y huimos.

Y aquí estoy, escondido, escuchando a Janis y curtiendo el mambo de otro ácido, conciente de que metí la pata y vienen por mí, chacal y asesino autor del crimen humanamente inexplicable del pobre contador, Raul Iparraguirre, padre de familia, respetable hombre de negocios y que una marcha de silencio va a pedir por más seguridad y su mujer diciendo que había perdido un buen hombre, laborioso y encantador, y los periodistas cubriendo el horrible espectáculo de la sangre y la TV llena de comentarios de especialistas, que rió a carcajada limpia festejando este fin, mientras espero Janis desnuda que corre hacia mí.

jueves, 27 de noviembre de 2008

tan solo aburrido

Un segundo antes pense que me moria
un segundo después seguia vivo,
al otro segundo deseaba estar muerto,
luego pense que no queria dejar de vivir,
para luego pensar lo vano de la existencia.
Ni suicida, ni decepcionado,
tan solo aburrido.

El amante de Bakunin

La ultima imagen que recuerdo de él es parado frente a la ventana por donde se filtra el sol de una cálida primavera. Completamente desnudo, su cuerpo apoyado contra el marco de la ventana abierta, fumando despaciosamente mientras contemplaba la calle perdido en su pensamiento. Acariciaba suavemente su barba.
Recuerdo haber pensado que hermoso es y me sentí ruborizado de ser un hombre atraído por otro hombre. Dos prófugos perseguidos y enfrentados a la sociedad, escondidos en una habitación de la bucólica ciudad de Berna. Rompiendo las ataduras de la moral y las reglas del amor concebida para hombres y mujeres y que contempla este amor entre hombres como un acto enfermo y anormal, perverso. Aun así lo juzgarían nuestros propios compañeros.
De repente rompió el silencio.
- ¿Pensaste en nuestra suerte? ¿En que nos depara la lucha cuando salgamos de esta habitación? ¿Pensaste que este puede ser el único lugar y el ultimo momento donde disfrutarnos mutuamente sin las convenciones y la distancia del disimulo?
Me di cuenta de que algo le preocupaba y le pregunte por ello.
-Solo me pregunto si vale la pena sacrificar todo quienes aceptan su yugo sin hacer nada por conquistar su propia libertad. Se desgañitan en busca de un trozo de pan o del reconocimiento de sus amos y no son capaces de rebelarse más que bajo el influjo de las bombas, que aun no están dispuestos a hacer estallar. ¿Estamos llamados a ser mártires para quienes no quieren terminar con su esclavitud?
-Nadie desea su propia esclavitud, es el temor quien los somete. Nuestra tarea es destruir aquello que permite la tiranía, solo así los hombres se sentirán libres para conquistar lo que sea. Tenemos que encender en ellos la pasión por la destrucción. Esa es la única obra constructiva.
Pero mientras hablaba notaba en el sus rasgos duros y bellos ganados por un aire de desencanto.
-Si pero si no hay voluntad de lucha ¿que nos depara el futuro? ¿la perpetuación de la derrota? ¿Nuestro propio sacrificio?, me interrumpió brusca e indignadamente.
Aquel gesto que me conmovía y, permítanme que vuelva a ruborizarme por este sentimiento, me excitaba. Sentía un enorme cariño y admiración por aquel hombre que clamaba su queja por el apagado espíritu de la revuelta.
-Organizar la pasión. Querido Serguei. Y en ese momento, vencí mi propia vergüenza ante este amor oculto y prohibido que me llevaba a actuar con prudencia, decidí dejar de lado toda forma de temor en este trato, me incorpore hasta donde estaba parado y lo bese. Se sorprendió ante aquel acto, primero corrió su boca, esquivando la mía. Me senti temblequeando frente a aquel gesto terrible de sorpresa y disgusto. Pero enseguida se entrego a aquel beso con una dulzura desconocida para mí entre dos hombres cuyas espaldas cargan la responsabilidad de hacer arder la llama de la rebelión entre sus pares. Nuestros cuerpos se confundieran el uno con el otro. Nos tiramos en la cama mientras buscábamos nuestro sexo. Yo me acerque hasta su miembro duro y lo empecé a lamer. El me aparto y me acostó para penetrarme con violencia hasta acabar en mí. Y pensé tigre mío, soy tuyo como no seria de nadie en este mundo.

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Mi nombre es Serguei Nechaev. Hace casi 10 años que me encuentro encerrado en esta oscura prisión, la fortaleza de Pedro y Pablo en la ciudad de San Petersburgo. Estos fríos bloques de piedra en donde descansan mis huesos y mi cuerpo enfermo, es el gran monumento que la tiranía erigió para atemorizar al pueblo. ¿Cómo llegue hasta aquí? Fui capturado en Zurich en 1872, por un agente polaco de la policía zarista que logro engañarme a mi. Justo a mi que hice de la conspiración la máxima obra de todo revolucionario.
Los jueces y tribunales del estado imperial me dieron trato de criminal ¿Por qué? Por haber querido terminar con el zar y su monstruoso estado de nobles y parásitos engordados con el sacrificio de los mujik y los ciudadanos. Por haber predicado que la libertad había que conquistarla mediante la conspiración revolucionaria y el terrorismo. Pues si esto es un crimen, me asumo como criminal y bien merecido tengo mi castigo y me enorgullezco del mismo. Seré un mártir para la causa del pueblo.
Aquí me encuentro enfermo entre estos muros húmedos. Mis encías sangran y los hematomas se multiplican por mi cuerpo. Los músculos de piernas y brazos se hallan endurecidos. Antes que los verdugos me esta matando el escorbuto. Me encuentro cerca del final. Mis antiguos camaradas de la Narodnaya Rasprava han ido cayendo, por lo que estoy solo. Tenemos el orgullo de haber encarnado la Venganza del Pueblo, de haber encendido la tea de la libertad para el siervo y el mujik. Los nobles rusos que dilapidan sus fortunas en fastuosas fiestas e innecesarios lujos por los palacios de la vieja Europa, supieron temernos. Sembramos contra s el terror contra los amos de la Santa Rusia, los acosamos con la pólvora y la dinamita como instrumentos purificadores. Fuimos los herederos del gran Pugachev que asolaba con su ejército de campesinos harapientos el reinado de Catalina. Pero el pueblo sigue su vida esclava temerosos de la horca y el látigo de los soldados que mantienen el orden.
Pero ¿a quien le puede importar este relato de un hombre condenado hablando a su propia sombra entre las cuatro paredes frías de mi celda?. Y me respondo, a mi me importa, porque solo así puedo entender y explicar las razones de mi lucha y esta situación de condenado que marca mi existencia. Que se me entienda. No pido perdón, ni busco expiar mi alma ante algún Dios inexistente. Si lo tuviera frente a mi lo mataría con mis propias manos por todo el daño que ha hecho a los hombres su figura celestial. No pido piedad, no soy como esas criaturas hambrientas y miserables obligadas a rezar en las iglesias y catedrales que se pagan con su sudor y su sangre. Soy un revolucionario y predique entre los míos un catecismo distinto al de la religión y el estado. Llame a la ruptura “con el orden público, con el mundo civilizado, con las leyes, con las convenciones sociales y las reglas morales”. Les explique a los míos, hombres decididos, que “El revolucionario es un implacable enemigo de ese mundo y continúa viviendo en él con el único propósito de destruirlo”. Y si para ello recurrí al terror, no me arrepiento. Y si lo aclaro es para que sepan de mi orgullo por esta condena y no por consideración a los antiguos camaradas que me han abandonado tratándome de farsante, fanático, nihilista o policía.
Pero en el secreto de estas cuatro paredes de mi celda donde la locura, las ratas y los carceleros son mi única compañía los recuerdos se suceden uno tras otro y entre ellos se presenta aquella sombra del amor que alguna vez sentí. Yo Serguei Nechaev, el revolucionario y terrorista, que yace en las manos arbitrarias del zarismo, que he escrito que nuestros combatientes debían dejar de lado “Todos los sentimientos tiernos que afeminan, como los lazos paternos, la amistad, el amor, la gratitud, el honor mismo” para sustituirlo “por la fría y única pasión de la causa revolucionaria” a la que dedique mi vida. No pude superar aquel impulso de la naturaleza y la atracción por el sexo. Yo he amado a un hombre. Otro igual a quien admire y termine subyugando a punto tal de confundirnos el uno con el otro en cuerpo y alma y de terminar lejos, tan lejos el uno del otro cuando nuestros caminos se separaron para siempre.

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Mi nombre es Mijail Bakunin. Para quienes no me conozcan me presento. He sido llamado por muchos como el inspirador del anarquismo y me enorgullezco de ello. He sido llamado inspirador del anarquismo, aunque tome mis ideas de Fichte, Proudhon y Hegel (De este gran filosofo he dicho: 'recuerdo todavía el tiempo en que, hegeliano fanático, creía llevar el absoluto en mi bolsillo, despreciando al mundo entero desde lo alto de esta pretendida verdad suprema') y por lo tanto no soy autoridad alguna que se pueda atribuir la propiedad de una idea, como los burgueses se atribuyen la propiedad de lo que producen los obreros, que surge del curso de la historia del hombre y el pensamiento en busca de la más plena libertad. Por eso me he declarado en guerra contra Dios, la patria, la propiedad privada y el estado, todos los males que embrutecen y fomentan la explotación y la esclavitud de los hombres. Soy partidario de la rebelión y la violencia destructiva, porque es allí donde vive la esperanza de la anarquía.
Quizás estas palabras que una vez supe escribir me expliquen mejor: 'Yo no soy ni un sabio ni un filósofo, ni siquiera un escritor de oficio. He escrito muy poco en mi vida y solamente lo he hecho, por decirlo así, a pelo, cuando una convicción apasionada me forzaba a vencer mi repugnancia instintiva contra toda exhibición de mi propio yo en público. ¿Quién soy yo, pues? (…) Yo soy un buscador apasionado de la verdad y un enemigo, no menos apasionado, de las ficciones desgraciadas con que el partido del orden, ese representante oficial, privilegiado e interesado en todas las torpezas religiosas, metafísicas, políticas, jurídicas, económicas y sociales, presentes y pasadas, pretende servirse, todavía hoy, para dominar y esclavizar al mundo. Yo soy un amante fanático de la libertad, a la que considero como el único medio, en el seno de la cual pueden desarrollarse y agrandarse la inteligencia, la dignidad y la felicidad de los hombres... La libertad que consiste en el pleno desarrollo de todas las potencias materiales, intelectuales y morales que se encuentran latentes en cada uno... Yo entiendo esta libertad como algo que, lejos de ser un límite para la libertad del otro, encuentra, por el contrario, en esa libertad del otro su confirmación y su extensión al infinito; la libertad limitada de cada uno por la libertad de todos, la libertad por la solidaridad, la libertad en la igualdad; la libertad que triunfa de la fuerza bruta y del principio de autoridad, que no fue nunca más que la expresión ideal de esta fuerza...Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras'.
Yo Mijail Bakunin, un revolucionario anarquista, que se encuentra viviendo el exilio, en Lucarno, Suiza, sufriendo penurias y pasando estas largas horas dedicadas a escribirme con los camaradas que propagan nuestro ideal ácrata por Europa y el nuevo mundo. Yo tengo un secreto que quiero compartir con aquel que se atreva a superar los prejuicios de este siglo que me ha tocado vivir y no me juzgue con el decálogo moral de una sociedad que niega la libertad y el disfrute de la igualdad. Yo he amado a un hombre.

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Nuestro romance fue corto, aunque por todo lo vivido y todo lo que significo para mi me pareció un siglo. Junto a él explore en el significado del amor entre dos hombres, en la rudeza de un sexo violentamente dulce, en la confrontación de ideas. Lo ame y goce por cada uno de sus poros, moría por sus palabras llenas de pasión y sueños, me encandilaba la voluntad de ser libre y rebelde en el acto mismo de vivir. Individualista y egocéntrico. Un conspirador que rechazaba la ley, la moral, el estado y la política.

Sentía por el un amor como el que una vez describí por carta a mi hermano Pablo:
“París, 29 de marzo de 1845.
...Créeme, amigo, la vida es bella; ahora tengo pleno derecho a decir eso, porque he cesado hace mucho de mirarla a través de las construcciones teóricas y a no conocerla más que en la fantasía, porque he experimentado efectivamente muchas de sus amarguras, he sufrido mucho y he caído a menudo en la desesperación. Yo amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser amado como yo quisiera serlo, pero no desespero, -sé al menos que se tiene mucha simpatía hacia mí-; debo y quiero merecer el amor de aquella a quien amo, amándola religiosamente, es decir, activamente -está sometida a la más terrible y a la más infame esclavitud- y debo liberarla combatiendo a sus opresores y encendiendo en su corazón el sentimiento de su propia dignidad, suscitando en ella el amor y la necesidad de la libertad, los instintos de la rebeldía y de la independencia, recordándola a sí misma, al sentimiento de su fuerza y de sus derechos. Amar es querer la libertad, la completa independencia del otro; -el primer acto del verdadero amor es la emancipación completa del objeto que se ama-; no se puede amar verdaderamente más que a un ser perfectamente libre, independiente, no sólo de todos los demás, sino aún y sobre todo de aquel de quien se es amado y a quien se ama. He ahí mi profesión de fe política, social y religiosa, -he ahí el sentido íntimo, no sólo de mis actos y de mis tendencias políticas, sino también, en tanto que puedo, el de mi existencia particular e individual- porque el tiempo en que podrían ser separados esos dos géneros de acción está muy lejos de nosotros; ahora el hombre quiere la libertad en todas las acepciones y en todas las aplicaciones de esa palabra, o bien no la quiere de ningún modo. Querer, al amar, la dependencia de aquel a quien se ama, es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad; y si el amor implicase también la dependencia, sería la cosa más peligrosa y la más infame del mundo, porque sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad. Todo lo que emancipa a los hombres, todo lo que, al hacerlos volver a sí mismos, suscita en ellos el principio de su vida propia, de su actividad original y realmente independiente, todo lo que les da la fuerza para ser ellos mismos es verdad; todo el resto es falso, liberticida, absurdo. Emancipar al hombre, he ahí la única influencia legítima y bienhechora. Abajo todos los dogmas religiosos y filosóficos -no son más que mentiras-; la verdad no es una tontería, sino un hecho, la vida misma es la comunidad de hombres libres e independientes, es la santa unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e infinitas de la libertad individual...”
Me sonrojo de solo pensar que ame así a un hombre decidido y fanático por el que perdí la cabeza. Un amor que me hizo hacer cualquier cosa, comprometiendo incluso la causa revolucionaria y la confianza de muchos camaradas. He llamado a aquel hombre tigre mío y deseado sus caricias y sus besos, mientras discutía como luchar contra el partido del orden. El nombre de mi amado era Serguei Nechaev y rompí dolorosamente con él cuando comprendí que su fanatismo que tanto me había subyugado terminaba por imponer una dictadura personal opuesta a la libertad individual y el programa de la anarquía.
Compartimos nuestra pasión y nuestras ideas durante casi un año. Lo conocí en marzo de 1869 en Ginebra. Nechaev se me presentó como miembro de un comité revolucionario ruso con sede en San Petersburgo. Me asombro desde el principio. Veía en el la decisión y la voluntad de alguien dispuesto a todo por un ideal. Me inspiro su Catecismo del Revolucionario, donde clamaba por “la aparición de un grupo de personas capaces de arrojar atrevidamente una piedra a la cara de la puerca sociedad”.
Enloquecí tanto por él y por su hermosura que, preso de mis propias penurias, convencí a mi buen camarada Ogarev que me diera su parte del dinero de la herencia del viejo Herzen para ayudar a Serguei a organizar su propio grupo, la Narodnaja Rasprava al que dirigía con puño de hierro, algo tan distante a mi idea anarquista.
Terminamos cuando en noviembre de 1869 ajusticio sin prueba fehaciente al camarada Ivanov, acusándolo de agente de la policía. Fue un gran golpe para mí, tuve que optar entre lo que sentia y lo que creia necesario para nuestra lucha. Le escribí “querido amigo, usted no es un materialista como nosotros, pobres pecadores, sino un idealista, un profeta; monje de la Revolución, su héroe no puede ser ni Babeuf ni siquiera Marat, sino cualquier Savonarola. Por su forma de espíritu usted resulta más próximo a [....] los jesuitas que a nosotros. Usted es un fanático. De ahí su fuerza muy grande de carácter pero también su ceguera, y la ceguera es un punto flaco grande y peligroso; la energía ciega tienta y tropieza; y cuanto más fiera es dicha energía, más graves y más seguros son los errores”.
Su fanatismo que tanto me seducía fue la causa por la que me aparte de él. Yo lo ame tanto y gozaba de su presencia y de su audacia que ponía en juego toda la reputación y el esfuerzo de los anarquistas. Para Nechaev la revolución social, podía utilizar a su favor el engaño, el robo y el terror despiadado. Quizás me uso, pero no me importa. Escribí en su defensa con dolor, amargura y decepción “Algunos pretenden que él es sencillamente un estafador redomado - es una mentira - es un fanático con entrega pero al mismo tiempo un fanático muy peligroso y cuya alianza sólo podría ser funesta para todos”.
Sin embargo, ahora no puedo dejar de recordar con dulzura su antiguo amor. Nechaev, tigre mío, fui tu hembra y tu hombre, me despoje hasta de mis propias convicciones para amarte locamente. Sin embargo este amor tan carnal y humano, tan prometedor de otro mundo donde las diferencias entre los sexos sean imperceptibles me enseño, con dolor y con amargura, a ser más libre y despojarme, tal como había escrito a mi hermano Pablo, tantos años antes de conocerte.

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Los que me acusan de farsante y criminal, de manipular a los camaradas para mi propio provecho no saben nada de mi. Yo presencie el intento de asesinato del zar Alejandro II en Karakozov en abril de 1866 y comprendí que allí había comenzado la causa del pueblo contra la tiranía.
Fue esa comprensión del momento que se iniciaba en mi país y en el mundo que fui en busca de Bakunin. Y fue en esa búsqueda que esperando encontrar un guía y un maestro, encontré un amante.
Cuando intentaba contactarlo sabia de su fama, de su participación en las insurrecciones proletarias de la Europa de 1848, en Dresde. Sabía que se había evadido de la helada Siberia donde los zares deportaban a los opositores y enemigos.
Algunos dirán que use mi influencia sobre él, que estaba completamente perdido por mí (y digo esto seguro de lo que digo) pero no es cierto. Yo también lo admiraba y recibí de él una colaboración leal y un trato apasionado y cariñoso, como nunca conocí en mi dura vida de revolucionario que vio pasar su tiempo entre cárceles, conspiraciones y exilios. Pero siempre debía discutir ante su continua vacilación por cada uno de mis actos.

-No puedes ser libre si te asustas de las consecuencias del camino decidido. Sino organizas un plan y una fuerza capaz de persistir cuando las masas retrocedan y de actuar para despertarlas. No te engañes, Mijail.

Y el me contestaba:-Tu organización es el principio de una dictadura que engullirá la revolución en la trampa del estado.

-No seas chapucero, Mijail.

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Me entere que Nechaev grito a sus jueces: “Antes de tres años sus cabezas serán tronchadas en este mismo lugar por la primera guillotina rusa… ¡Abajo el zar! ¡Viva la libertad! ¡Viva el pueblo ruso libre!”. Que el zar pidió en persona que lo encerraran para toda la vida, que cumple su condena en la terrible prisión de Pedro y Pablo, esa Bastilla del zarismo donde yo también estuve detenido. Que abofeteo a un general en medio de una inspección en su celda. ¡Qué otra cosa podía esperarse de Serguei! No es de los que se rinden. Dicen que sus carceleros lo admiran mientras mastican en secreto su propio odio al zar y la aristocracia.
Se que estamos lejos y separados el uno del otro por la prisión, la distancia y las ideas. Pero aquí en Suiza, donde vivo agobiado y lejos de la acción, te extraño Nechaev, tigre mío. Sueño estos sueños de viejo y exiliado las caricias que supimos darnos como una dulce esperanza del amor y la anarquía.

elogio de la puta joven

Una puta joven muestra el culo enorme
a quien lo quiera ver.
Una minima tanga lo cubre.
Gime y besa -aun- con frescura.
Ya le llegaran los tiempos de puta vieja
donde la decepción, el hastio y la frialdad
vengan a ocupar el lugar de la dulzura.
Pero mientras tanto,
ni todas las religiones del mundo juntas
podrian dar muestras de tanta entrega.
Aunque al igual que las putas
cobren por mentir sobre el amor
y te sequen la billetera.

sábado, 22 de noviembre de 2008

elogio del odio

El amor y la guerra aparecen como opuestos.
Pero este antagonismo es supuesto.
La guerra nace del odio y el odio es cultivado por el amor.
El amor es un acto de guerra y sus consecuencias
y sus consecuencias un resultado de la misma.
El matrimonio nace del amor,
pero su resultado es el sometimiento de los casados
a una guerra de desgaste permanente
donde el objetivo es destruir al otro.
El romance es una tactica militar
y el sexo un movimiento de conquista
para ocupar la mente y el cuerpo del oponente.
El acto de la procreación una forma de reclutamiento,
por amor filial los hijos son humillados
y obligados a obedecer la estupidez indescifrable y eterna de los padres.
El discurso del amor el encubrimiento idilico de las guerras,
por el amor a Cristo la Iglesia Catolica masacro y
asesino a mansalva por los siglos de los siglos y
por el amor a Ala el Islam somete y mutila a sus mujeres.
Morir y matar por amor no son metaforas, sino normas.
Visto asi, en el odio hay más verdad.

lunes, 17 de noviembre de 2008

la poesia es muda

La poesia es muda.
El lenguaje nos abandona.
Las palabras se ahogaron
en vino tinto y por falta de aire.
En realidad no se animaron a salir.
Cobardes!.
Habian perdido su sentido
o estaban tan repetidas
que se encontraban aterradas
de carecer de todo significado.
Eran figuras
que nada representaban
ni reinventaban lo humano
ni lo inhumano.
Lejos de la juerga.
Frias,
como el cadaver helado del pensamiento
en las academias.
Amorfas y fofas
Señoras gordas
en una ciudad de botox
y siliconas.
En el subterraneo vendiendo su sexo
desde un cartel
que anuncia la felicidad
con Visa o Mastercard.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Para una insurgencia de las masas lujuriosas

Nosotros niños,
nosotros Colegiales,
Chicas de América
Obreros,
estudiantes
Dominados por la lujuria (Allen Ginsberg)

Ni pesimista,
ni optimista.
Soy un sobreviviente,
un hijo descarriado
de tiempos bucólicos
en un país colonizado.
Una sintesis de la cultura norteamericana
y el sueño de los soviets.
Aunque aún desconozco
El sudor de la carretera hacia México
y la resaca en las esquinas del Harlem.
O el amor abandonado bajo las estrellas
de Los Ángeles
que relataba Jack Keruac.
Parece que todo se desvanece
y que como los beatniks
sustituidos por autores de autoayuda,
de los Panteras Negras
solo queda
la ilusión de un tío Tom
en el Salón Oval
de una casa que seguirá siendo blanca.
No pierdo mis esperanzas:
espero todavía por ver
los soviets de Detroit
o la América digna del millón de trotskistas
que reclamaba Allen Ginsberg
para una insurgencia de las masas
dominadas por la lujuria.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Suicidados por la sociedad al soñar con soles embriagados

Vincent Van Gogh pinto aquel cuadro sombrio de los comedores de patatas.

Rostros derrotados los de aquellos pobres diablos reunidos en la mesa.

Vincent Van Gogh compartio aquella misma miseria

y su estomago debia crujir de hambre como el de aquella familia desesperada.

Seguramente cuando su hermano Theo le enviaba dinero,

siempre alguien le susurraba ¿para que mantener a ese vago?

Y no seria vano pensar que el buen Theo era movido por compasión cristiana.

Vincent Van Gogh sufrio de amor y en el extasis de su amargura

se corto la oreja para obsequiarsela a su amada,

otra oscura comedora de patatas que la rechazo con desprecio.

Seguro Vincent lloro mientras su oreja sangraba.

Vincent Van Gogh imagino girasoles que iluminaban la tela como soles.

Y con su amigo Paul Gauguin aullaban alcoholizados en los prostibulos

de Francia.

Vincent Van Gogh era un genio, rechazado por sus amantes

y despreciado por los espiritus de su epoca.

Un paria.

Suicidado de la sociedad, que pintaba "soles embriagados" como escribio Antonin Artaud

quien tambien se atrevio a mirar las entrañas de lo humano

mientras lo despedazaban los electroshocks

bajo la complice mirada de los poderes confesionales

los medicos, los jueces, la esposa

que no le perdonaron jamás la profundidad de sus palabras.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Perón evita la patria socialista

Creo que sonó algo así como Perón, Evita la patria socialista.

-¿Me estas cargando o te pasaste de bando trosko hijo de puta?.

Me sorprendió el tono de violencia de la respuesta. Intente aclarar.

No estoy coreando tu consigna, estoy afirmando que Perón evita la patria socialista. Que los uso para defender a la burguesía nacional. Hay que…

Recuerdo haber visto su puño cerrado llegando a mi cara. No reaccione. Después un destello de estrellas, un dolor agudo y la sangre que manaba copiosamente de mi nariz. Mi primer reflejo fue llevarme la mano a la cara para calmar el dolor. No llegue a lograrlo porque enseguida me largo una segunda piña que me pego de lleno en el costado izquierdo de la mandíbula. Caí de culo, pero atine a agarrarme de su camisa de trabajo y con mi peso lo atraje hacia el piso. El cayó encima mío aparatosamente. Yo estaba atontado. Logro apoyarme el antebrazo en el cuello e intento medir un nuevo golpe. Yo con una mano lo empujaba hacia arriba y con mi derecha libre alcance a darle de lleno en la cien. Se desbalanceo y cedió la presión. Lo saque de encima mío y llegue y llegue a pegarle una segunda trompada en pleno rostro. En ese momento un compañero de él me patea la cabeza. Creo que ahí me desmaye del golpe, ya que no recuerdo lo que paso. Cuando desperté tenia frente a mí a una compañera, la Morocha, que estaba asistiéndome en un auto rumbo al hospital.

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Ya repuesto, dos días después hacemos una reunión de célula de emergencia para discutir lo que había pasado.

El responsable del equipo era Javier. Prendió sus Colorados y pregunto.

-Cóntanos que pasó Néstor.

-Estaba discutiendo con Bruno sobre el 1º de mayo. El me decía que se habían equivocado con sostener que Perón estaba cercado por la burocracia y López Rega. Que había una lucha ideológica y por el poder más difícil en el movimiento. Yo redije: te equivocas. Perón opta por la burocracia y López Rega para derrotarlos y además para impedir la lucha de clases. Que Perón los había traicionado y engañado con aquello del “socialismo” nacional.
Bruno me contesto que estaba errado. Que ellos tenían en claro quien era Perón, pero que intentaban usar su figura y poder de conducción para usar esa fuerza a favor de hacer avanzar a los que luchamos por un peronismo revolucionario. Hay una batalla por el mito del viejo y Evita. Perón, Evita, la patria socialista, es una consigna que apela al mito, para conquistar al pueblo peronista.
Ahí le dije: Perón evita la patria socialista. Me respondió con calentura y luego me tiro la trompada.

La Morocha salto. –Sonó como una chicana, no te parece.

Conteste. –Yo lo que quería decirle es que tenían que romper con Perón y sumarse a la lucha de la clase obrera contra el Pacto Social. No me dejo terminar.

-Javier intervino. –Néstor se pudrió la reunión de agrupación por esa pelea. Los activistas se dispersaron y no logramos concretarla. No se si fue el momento, ni el lugar propicio para la discusión.

Lo mire extrañado. –Mira, le digo, conozco a Bruno de la escuela y trabajo con él, es buen tipo. Discutir política no me parece un error solo que están a la defensiva. Se calentó. Cuando los Montos están en crisis no se bancan que los corran por izquierda.

-Nunca se bancan que les discutan nada acoto, Héctor otro compañero. No quieren hacer nada con nosotros por eso la pelea les vino como anillo al dedo. Pensemos además de en los activistas como llegar a los peronchos, están en crisis.

-No la clave es organizar la agrupación, intervinieron casi a coro Javier y la Morocha.

La discusión se extendió por un rato.

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Al otro día, había asamblea en la fábrica. La comisión interna electa se preparaba a lanzar un conflicto. Allí estábamos todos. Los montos, dos peronismo de base, un viejo del PC, un perro y hasta uno de Política Obrera. Yo era delegado y militaba en el PST. Tenía mi cara llena de moretones y un dolor intenso en mis huesos. Pero cuando me entere de la noticia me quede helado y enmudecí.
Cuando llego a la fábrica tipo 5 de la mañana para preparar la asamblea en el portón, los compañeros me cuentan que a Bruno lo bajo una patota del CdO en un enfrentamiento por Villa Martelli. Ambos bandos gritaban ¡Viva Perón!.
Bruno era el referente de la fábrica. Un tipo querido y simpaticon. Iba al frente como ninguno. Pero al igual que sus compañeros eran soberbios y medio matones. Les gustaba dárselas de guapos.
La noticia era terrible. Íbamos a ir a la huelga habiendo perdido a nuestro principal dirigente. Para los otros delegados montos parecía una cuestión secundaria, a pesar del dolor de sus rostros. –Respondemos con la orga, no hay de que preocuparse, decían. Para los perros y los PB era una baja más. El de PO y yo nos mirábamos, a pesar de llevarnos mal, y no lo podíamos creer.
Los obreros estaban confundidos. Había que hacer la asamblea y tomar una resolución. Saber si venían por nosotros o que pasaba. Sondear el ánimo de los compañeros. Cambiar los planes. Destacar un nuevo referente. Empezar de vuelta. Puteé de bronca e impotencia.
Lo extrañe.
Pensé íntimamente en mi discusión con Bruno y lamente no haberlo podido convencer. Me dije entre dientes y con bronca. –Viste Brunito, Perón evita la patria socialista

7 de la mañana

7 de la mañana.
Despierto,
luego de haber dormido bien.
Un sol grandiososobre mi cabeza.
No se porquepero sonrio.
El viento fresco
acaricia mi cara.
Y aunque aun no me he drogado
sonrio tontamente.
Solo por sonreir,
sin ninguna aparente razón
más que la alegria.
El viejo Walt Withman yace acostado,
desnudo en el pasto,
bajo la sombra protectora de un árbol
y a orillas de un río.
Acaricia su blanca barba con delicadeza.
Contempla sus pies,
su dedo gordo,
gigante sombra frente al pequeño sol.
Apoyando la cabeza en su pecho,
un hombre joven,
acaricia con dulzura los huevos del viejo poeta.
Sus cuerpos aun huelen al semen derramado.
La boca del joven siente el gusto acido
de aquel elixir de leche agria.
Brindis de la naturaleza al flirteo.
Walt Withman saluda a los testigos de aquel acto.
Hola amigo sol.
Hola amigo río.
Hola hermano árbol.
Hola hermana tierra.
Llevo tu perfume en mi cuerpo amigo pasto.
Soy tu hijo madre naturaleza y como tal me comporto.
Este acto fue uno más de los que se suceden en tu seno
por los siglos de los siglos,
a la vera de las catástrofes o las guerras.
El joven escucha las palabras del viejo poeta,
lo observa.
-No me temas, dice Withman.
Pero el joven no teme,
desea.
Sueña acariciando los huevos del poeta
con aquella libertad que prometen sus palabras.
El hombre viejo de barba blanca descansa.
Sonríe.
Escucha el canto del viento y de los pájaros.
Walt Withman reposa de la belleza de su propio canto.
Sueña sus sueños de una libertad absoluta.