viernes, 30 de enero de 2009

Soy la noche ebria de vida


Soy un lobo que aúlla enloquecido
a la luna en la oscuridad.
Soy la mirada alucinada del búho
Entre los árboles verdes.
Soy un gato que observa la luz de los faroles
Intensos y demenciales
De los autos que cruzan la avenida.
Soy un lobo atrapado en la piel de un perro domestico
Con un collar en el cuello
Lamiendo la comida de un plato.
Soy una hoja a la deriva del viento
Que se estrella contra el parabrisas de un taxi
A la espera de la lluvia.
Soy la brisa suave que enfría los pezones de una madre
Que amamanta a su niño.
Soy el guerrero chofer de un colectivo
o su eterno pasajero hacia el hogar y el abrigo.
Soy la libertad inyectándose en las venas
El dolor y la esperanza.
Soy el viaje hacia la disolución del tiempo y el espacio
de un hongo alucinógeno.
Soy el flash back de la cocaína.
Soy un átomo que procrea el nuevo mundo
Y se desplaza en el caos del universo
Entre soles que estallan.
Telarañas de fuego y colores en las nubes.
Sombras siniestras que acechan el goce del amante furtivo.
Soy un beso de lengua profundo
En la garganta de la noche promiscua.
Labios rojos y carnosos.
El rosado sexo de una virgen.
Una cucaracha negra y brillosa
Caminando sobre la pared blanca.
Soy el lenguaje del otro.
Palabras que guardan la memoria.
Soy el hijo de la muerte sembrando flores en el cementerio.
Soy la muerte que abandono su oficio
Para ser partera.
Soy la crueldad del acto amoroso
Y la humanidad de la guerra.
Soy un león que abdico de su reinado
Y se hizo anarquista.
Soy la desmesura prepotente de los sentidos.
Soy el silencio y el adiós.
Soy la noche ebria de vida.

jueves, 29 de enero de 2009

La muerte blanca de un Pantera Negra (a Huey P Newton)


Nunca hubiera pensado que mi fin llegaría a manos de un hermano. Alguien a quien seguramente di desayuno y orgullo de raza, a quien enseñe a defenderse con las armas de la brutalidad policial y el poder del capital de la gente blanca, tan blanca como la cocaína que vende y consumo, tan blanca como la nieve de los fríos inviernos del Harlem, tan blanca como las sabanas y paredes de un hospital que se le niegan al negro o la camisa de la enfermera que yo y mis camaradas organizábamos para curarlos de las enfermedades que por el hambre, la falta de atención y el abuso mataban a los nuestros. Nunca hubiera pensado que un hermano aquí en las calles de Oakland, un pandillero que irónicamente llama a su banda la Familia de la Guerrilla Negra, aquí donde yo forme la gran guerrilla de las Panteras Negras, a las que el mismísimo J. Edgar Hoover condeno como el principal peligro del Imperio americano, que aquí en casa, por un poco de cocaína y crack, por un poco de droga, me encontraría revolcado en un charco de sangre. Nunca hubiera pensado que la muerte me llegaría así, tan anónima y oscura como el color de mi piel o la piel de mis hermanos del África, como la piel de las panteras, como las noches oscuras en las calles de los hermanos que nada tienen más que unos cartones y un viejo abrigo para refugiarse del frío blanco, tan blanco como la nieve y esta cocaína que se me niega, tan blanca como la piel de las mujeres que nos miran con deseo de lujuria o con desprecio racista por nuestra negritud. Nunca hubiera pensado que estas tres explosiones de las balas que yo enseñe a disparar a mis hermanos de la comunidad para hacer la guerra al capital iban a atravesar mi cuerpo obligándome a revolcar en este charco de sangre, mi propia sangre de hombre negro, por un poco de blanca cocaína, a manos de un hermano que se dice de la Familia de la Guerrilla Negra por el dinero que los blancos dueños del capital poseen explotando nuestra sangre y que nuestros hermanos a duras penas obtienen dejando su sangre en ello.
Nunca hubiera pensado una muerte tan inmerecidamente estupida para una pantera negra.

Fiebre


La fiebre se siente en el músculo. Se produce el cansancio del cuerpo y el hastió y el malestar del reposo obligado. El sabor de la sopa de verduras y la TV encendida son una compañía. La tarde es apacible, pero solo duermo. Sueño de manera viva una tarde frente al mar, solo, sin nadie a mí alrededor. La música de las olas en un día frió. La arena impregna mi ropa y se cuela en mis zapatos, yo solo contemplo. Creo que en el sueño estoy borracho. Soy el personaje del poema de Rimbaud, un borracho soñando en las playas. Creo que estoy borracho porque presiento ese mareo del cuerpo y esa libertad del lenguaje interno que interpela al universo. De repente avisto una ballena blanca y me sobresalto. Es como un fantasma, el sol desaparece tras las nubes y las sombras ganan la playa. De golpe me encuentro en la ciudad, parado en la esquina de Callao y Rivadavia, frente al Congreso en la esquina del Molino mientras las multitudes de gentes pasan y pasan y yo que creo estar perdido avisto una multitud con banderas rojas y voy a su encuentro. Nunca llego, es como un espectro que desaparece cada vez que creo acercarme a ella. Solo veo gente que va y viene a cumplir la orden de lo cotidiano. En mi sueño voy al encuentro de lo fantástico y de lo inalcanzable. Me siento en aquel sueño poeta sin poesía y revolucionario sin revolución, hasta que de golpe estoy en la noche de las barricadas parisinas sin entender de que me hablan a los gritos, confundido, entiendo que me piden que me proteja, yo arrojo una piedra y leo un grafitti, la belleza debe ser necesariamente convulsiva, el crepitar del fuego en las noches, los aromas del sudor, el gas y las molotov me impregna, observo el beso furtivo de dos estudiantes en aquel caos. Despierto.

Ya esta anocheciendo y mi congestión es total. Tengo hambre y me duele el cuerpo. En la TV Dr. House. Me fumo medio porro y deseo un vaso de vino con un plato de fideos. Presiento la ciudad por el ruido y me conmueve. Todos los elementos de la convulsión están presentes. La belleza se esconde en las sombras.

domingo, 25 de enero de 2009

Una muchacha peronista


Mi nombre es Zulema Rubio y yo estuve en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945. ¿Quien soy yo? Quizas nadie, una peronista de la primera hora, la madre del que esto escribe que a mi pesar salio trosko y sin gratitud hacia el movimiento nacional. Se rie el muy turro cuando le hablo de movimiento nacional y me recuerda que Perón huyo en una cañonera cuando las fuerzas de la antipatria, y me subraya antipatria para que sepa de la poca fidelidad entre el lenguaje y los actos peronistas, y el imperialismo lo volteaban y que fue el peronismo quien en los '90 entrego el país. Me recuerda el muy turro, porque los troskos son muy turros al momento de recordarle a una vieja peronista como yo que revive en su recuerdo, que prefirio confiar en los generales antes que armar a los trabajadores. Y yo le digo que si, que tiene razón, pero los peronistas somos asi; puteamos a los milicos pero porque queremos un ejercito nacional y no esta manga de sanguinarios oligarcones; puteamos a los curas, pero creemos firmemente en Dios como esperanza de los pobres; puteamos a la oligarquia pero nos gusta verla a Evita -y porque no a Crisitina- enfundada en las mejores ropas con esa soberbia de la mujer de pueblo que las cogotudas no pueden siquiera imitar. Que le voy a hacer hijo, soy peronista y leal, gracias a Evita tuve mi primer muñeca, gracias a Perón conoci Mar del Plata y estudie en la Universidad.
Pero la verdad es que no fue por eso que me hice peronista, sino porque el 17 de octubre de 1945 me enamore del pueblo en la calle, me identifique con él, fui una de las cabecitas negras que invadio la ciudad fui parte del llamado aluvión zoologico por el oligarcon de Sanmartino.
Yo vivia en Floresta por la calle Senillosa en una casa de conventillo con mi mamá, Pepa Jagich y mi viejo Luis Rubio que, no se si te acordas Facundo, era comunista y gorila -ademas de burrero de alma, capaz de jugarse la quincena en una trifecta, de eso no me olvido-. Tambien era obrero metalurgico y trabajaba en un taller con mi tio el Tata un ex jugador de futbol de la primera de Newel's. A mi viejo no le caia nada bien Perón. Para él era un milico facho al estilo Mussolini. Yo hasta entonces ni idea, tan solo, vagamente, sabia que Perón salia con una actriz y nada más y eso era el comentario de todas las señoras del barrio. -Mira a este tipo con la atorranta que sale y cosas por el estilo era lo que yo escuchaba. Pero a mi viejo, Luis, ese día lo hipnotizo la marea humana que bajaba desde los mataderos y La Matanza y nos llevo como excusa hasta las mismisima Plaza de Mayo al Chenzo, mi amigo, y a mi que en ese entonces no teniamos más de 7 años. Recuerdo que el día era soleado y caluroso, un día peronista, pero que la gente marchaba como podia, se colgaban de los troles y los tranvias, asi viajamos nosotros, iban apiñados en camiones, caminaban como en procesión. Mi viejo confundido no sabia que hacer, que diria su partido, pero la verdad es que creo que lo entusiasmaba la idea de que el pueblo estuviera en la calle, porque eso Facundo era pueblo, morochaje, mamelucos y trajes de domingo, ropas raidas, perfume a jabon federal y a transpiración de laburante, porque el calor de aquel día te hacia transpirar de lo lindo. Me acuerdo que en la medida que nos acercabamos al centro, que para mi y para Chenzo siempre habia sido el lugar paradisiaco donde habitaban los cogotudos, las ventanas se cerraban y los cogotudos tenian un cagazo barbaro, se sentia en el aire ese cagazo. Me acuerdo que tu viejo Alfredo, que vos sabes era de una familia cogotuda, me contaba que en su casa de Belgrano su familia destilaba odio contra la chusma, la cabaretera y el demagogo, porque asi era como llamaban a el pueblo, a Evita y a Perón. Nos tenian miedo a nosotros, a mi, a Chenzo, a mi viejo el comunista, a los obreros de los frigorificos y los talleres que bajaban a la Plaza para pedir la libertad del coronel Perón. Me acuerdo que los botones nos miraban complices, porque en aquella epoca los botones eran peronistas. Y las empleadas domesticas nos espiaban de las puertas de los edificios con una sonrisa de simpatia. Cuando llegue a la Plaza de Mayo te juro que no lo podia creer. Eran miles y miles que nunca paraban de llegar, por donde vieras venia gente, del sur, del oeste, de los barrios perifericos de la ciudad, se decia que habian cruzado a nado el Riachuelo porque les habian levantado el puente. Se decia que Evita habia ido a las puertas de las fabricas y los frigorificos a arengar para que los obreros salieran a la calle. Se decia que los milicos se preparaban para disparar contra la multitud, que a Perón lo tenian en el Hospital Militar, en la Isla Martín Garcia, que no se sabia donde estaba. habia tantos rumores como gente en la Plaza. Yo estaba como loca era la primera vez en mi vida que estaba en medio de una movilización así. Chenzo y yo agarrados fuertes de la mano de mi viejo por miedo a perdernos saltabamos y gritabamos 'yo te dare, te dare patria hermosa, te dare una cosa, una cosa que empieza con P, Perón' y mi viejo nos miraba con bronca pero sin saber que hacer porque aquello era el pueblo pidiendo por él. Me acuerdo la imagen de los hombres cansados poniendo los pies en la fuente de la Plaza para refrescarse, más tarde los oligarcones y años después los gorilas diran las patas en la fuente como si fueramos animales, aunque nosotros mismos deciamos las patas pero para decir algo completamente distinto a ellos. Me acuerdo que en un moemnto era tanta la gente que sentia que el aire se me iba y mi viejo me saco de alli con enorme dificultad a mi y a Chenzo que le hacia imposible la salida a mi viejo porque queria quedarse, pero ya oscurecia y no sabia que iba a pasar y le subio de golpe su culpa comunista, o vaya a saber una que le paso, pero se fue rezongando porque los obreros seguian a un milico facho y a los gritos Chenzo le preguntaba que era un facho y mi viejo que no sabia donde meterse en medio de aquella multitud que coreaba el nombre de Perón para responder esa pregunta. Y mientras nos alejabamos por la noche ya, rumbo a nuestro hogar en el conventillo de Floresta más y más gente llegaba y nos enterabamos que Perón estaba a punto de hablar y cuando llegamos a casa, la Pepa le dio una filipica a mi viejo por habernos llevado a la Plaza, inconciente, como vas a llevar a los chicos, que pudo haber pasado cualquier cosa, que como vas a hacer eso, pero nosotros estabamos felices y nos preparo un plato de sopa y unos churrascos y los que habitaban el conventillo alrededor de la radio escuchaban el discurso de Perón desde el balcon de la Rosada invitando al pueblo trabajador a volver a su casa cuando, pienso yo, podria haber hecho suya la Casa Rosada, porque nada ni nadie podia contra esa fuerza desplegada en la calle y en la Plaza aquel día. Y a partir de aquel día me hice peronista con mi amigo Chenzo, quien más tarde fue herrero como su papá y peronista por siempre. Y yo más tarde milite en la UES y junto a Chenzo fuimos a la Plaza a defender a Perón cuando en junio de 1955 la aviación naval la bombardeaba y veiamos a los obreros en los camiones de recolección ir con ganchos, palos y cuchillos a defender a Perón de los milicos y caer como moscas por la metralla gritando la vida por Perón. Y nos escondimos en el subte linea A del costado del Cabildo para que no nos maten las bombas y nuestros padres nos fajaron a cintazos cuando se enteraron de aquello. Y me acuerdo de Perón hablando por radio llamando a confiar en los milicos en lugar del pueblo en la calle que fue quien lo libero el 17 de octubre y lo llevo al poder y nunca pense que 60 años después un hijo trosko, muy turro, me recordaria que siempre fuimos los que trabajamos los que pusimos el cuerpo y otros los que se llevaron la gloria y las ganancias.

sábado, 24 de enero de 2009

A Kerouac


Querido Jack
Cuanto hubiera deseado contemplar
Las estrellas
a tu lado, junto a Dean,
desde un Cadillac descapotado
y olvidarme del hambre
y del amor.
Maldito orden de la muerte.

Los camaradas de Roque Dalton


El poeta Roque Dalton camina hacia la muerte.
No es la primera vez.
En una ocasión parado frente al paredon,
luego de un ultimo cigarrillo
un oportuno terremoto impidio que la muerte fuera su destino.
Roque reiria, entre interminables tragos
con aquella anecdota
que solo en El Salvador podia suceder.
Pero entonces la amenaza era de los verdugos,
de los soldados de la burguesía y los terratenientes
que él habia combatido
con la palabra y el fusil.
Tampoco lo mato el alcohol
que bebia en exceso.
La muerte llega de manos de los camaradas
del "ejercito revolucionario del pueblo"
que no perdonan al poeta que haya tomado partido
por Cayetano Carpio, panadero de origen,
que acusa a la guerrilla y al PC
de traicionar la revolución salvadoreña.
Quizas previendo sobre quienes les rodeaban Roque escribio:
"¿Qué hacer si sus peores enemigos son infinitamente mejores que usted?
Eso no sería nada.
El problema surge cuando los mejores amigos son peores que usted".
Una humorada tragica del poeta
que soño el socialismo
"como una aspirina del tamaño del sol"
para curar los dolores de cabeza del mundo.

viernes, 23 de enero de 2009

El acto certero pero inutil de Carlota Corday


El 13 de julio de 1793, a las siete de la tarde María Carlota Corday d’Armont golpeo la puerta de Jean Paúl Marat, el Amigo del Pueblo. Luego de engañar a Catalina Evrard, la joven Carlota se encontró frente a frente con un hombre tendido en una tina de baño llena de agua y azufre donde Jean Paul Marat intentaba calmar las fiebres contraídas en las alcantarillas de París, cuando vivía una vida clandestina y las ratas se alimentaban de los cuerpos y huesos de Marat y los miserables de París, perseguido indistintamente por nobles, burgueses y girondinos que querían restaurar un orden, que en 1789 los sans cullotes y los obreros parisinos habían demolido junto a la Bastilla. Bebiendo vinos de Burdeos y alimentándose fastuosamente en medio de las hambrunas esos hombres querían sostener la cabeza del rey Luis y la aristocracia de sangre azul y aquella nacida del color del dinero de los burgueses que quería poner fin a la revolución en nombre de la moderación. Y Marat aún desde las alcantarillas de París, donde era alimento de ratas y compañero de tantos miserables levantaba su dedo acusador y señalaba que el peligro de la patria y la libertad eran aquellos hombres que buscaban poner fin a la revolución y veían en Marat el fuego de la revuelta.

La joven Carlota es una bella mujer y decidida realista. Llega engañando al hombre tendido en la tina que corrige sus palabras para vengar en él las afrentas de la revolución a la sangre azul derramada y la de sus súbditos leales en La Vendee. Marat era para ella el responsable de que la sangre azul derramada se viera tan roja y espesa como la de los pobres diablos ajusticiados en nombre de la monarquía. Y que sus cadáveres apestaban tanto como apestan los cadáveres del campesino o el hijo del panadero. Marat era quien con voz firme había llamado a hacer rodar las cabezas de algunos miles de aristócratas y la del propio rey y su consorte María Antonieta para garantizar la marcha de la revolución.

La bella y joven Carlota escondía un puñal entre sus ropas, frente al hombre enfermo, tendido en una tina, que corrige sus palabras claras, pasionales, dirigidas al corazón del citoyen parisino, para vengar el hecho de que por su culpa se haya puesto al descubierto que la sangre azul de los nobles era tan roja y espesa como la de cualquier mortal y que las cabezas de los aristócratas y las del propio rey eran tan frágiles y fáciles de cortar como las de cualquier otro. La joven Carlota radiante, extasiada en extremo, por la sangre azul mansillada y la cabeza del rey y la reina que yacían separadas de sus cuerpos por culpa de Marat.

La joven y bella Carlota, observa la fragilidad y cercanía de su propia victima, su pobreza, la vulgaridad y simpleza de su cuerpo semidesnudo en una tina de agua y azufre. Tan vulgar quizás como el empleado de correos Drouet y su amigo Guillaume que se lanzo en persecución del rey luego de que reconociera su cara por una moneda, deteniéndolo junto a un tabernero en el poblado de Varennes, cuando huía vestido de criado de madame Korff. Un criado tan criado como todos los criados, de sangre roja y espesa, tan roja y espesa como la del rey que huía y cuya cabeza rodara porque Marat había enseñado al pueblo que la libertad se tenía que defender de la conspiración realista. El puñal de la joven y bella Carlota, oculto en sus ropas, busca apuñalar al corazón desde donde laten los fuegos de la republica.

Jaen Paul Marat cavila, siente los dolores de su cuerpo y el efecto de las continuas fiebres, frágil como cualquier hombre enfermo, mientras corrige sus palabras claras y certeras que buscan encender el fuego de la revolución y los derechos de la ciudadanía en la plebe de París, en las profundidades de los campos franceses, en la multitud que con sus actos y decisiones marca el ritmo de la republica. Esa republica que había arrebatado a Carlota la santidad de la sangre azul y guillotinado el halo místico de la cabeza real junto al rey mismo. Un rey que huía de criado una noche en Varennes cuando fue detenido por un empleado de correos y sus amigos.

La joven Carlota aprovecha debilidad del Amigo del pueblo y asesta firmemente una fría puñalada sobre el pecho de Marat, quien agoniza como agonizan todos los mortales, mientras su roja sangre espesa tan roja y espesa como la del san cullote que muere en los muros de la Bastilla, como la del noble guillotinado en el patíbulo, como la de la parturienta que expulsa a su niño a un mundo que esta cambiando y donde la sangre de los vivos y de los muertos es igual de roja y espesa, al menos hasta que no la tiñan nuevamente los dueños del dinero. La sangre roja y espesa de Marat tiñe la tina de agua y azufre y muere como muere cualquier hombre asesinado, pero el silencio de quien hablaba el lenguaje de la revolución será profundo y desgarrador.

La joven y bella Carlota vengo así, en vísperas de acontecimientos extraordinarios en la historia de la Francia revolucionaria, a la sangre azul derramada, que resulto tan roja y espesa como la sangre de Marat, que seguramente tuvo su erección de rigor mortis como cualquier otro hombre muerto en aquellas circunstancias pero que agonizo sabiendo el porque de su agonía.

Mientras Maria Carlota Corday d’Armont, bella y joven vengadora en el éxtasis de su acto maldice en voz baja porque la sangre de Marat es tan roja y espesa como la sangre azul del aristócrata. Y por más siniestro y certero que haya sido su acto, ese precioso secreto ya había sido develado a los ojos del mundo.

miércoles, 21 de enero de 2009

Una orgullosa madre americana


El coronel penso en escribirle a su madre, explicandole la decisión: “Madre: quiero que tu nombre ingrese en la puerta ancha de la historia. Que nuestra gran Nación lo identifique con la victoria. Que el enemigo tiemble y reverencie cuando sea pronunciadoo. Ese será mi regalo para tanto sacrifico que hizo de mi un hombre que sirve a su patria gracias al amor de su madre. Este avión que surcara los cielos de Japón y marcara su vida para siempre será recordado como Enola Gay”. Mientras pensaba como seguir estas lineas, Paul Tibbets, cansado se tiro a dormir un poco antes de partir hacia su misión.

Lejos en Quincy, estado de Illinois, Mamá Enola derramo una lágrima pensando en su hijo Paul. Él era un gran patriota americano forjado en las duras condiciones de vida del militar y criado con esmero y cariño por mamá Enola, que alimentaba su hijo con maíz y pollo frito cuando él regresaba sudado y magullado luego de alguna pelea entre blancos y negros y por su padre un duro y autoritario pastelero. Ella hubiera preferido que Paul fuera medico, pero el padre lo convenció de seguir la carrera militar.

El coronel Paul Tibbets Jr desperto, se contemplo frente a un espejo y arreglo su uniforme antes de salir a la pista. Camino hasta la trompa del B-29 que iba a pilotear donde observo cual era el lugar más visible. Justo debajo de la escotilla del piloto pinto con pintura negra el nombre de su madre, Enola Gay. Sonrió viendo recordando la sonrisa de mamá Enola en aquella gigantesca trompa, sintió orgullo de hijo y por un instante se emociono.

La estadía en la isla de Tinian llegaba a su fin, hacia ya un tiempo que el USS Indianápolis había dejado la carga en la base, bautizada en una noche de whisky como Little Boy, la hora de la operación se acercaba. Paul estaba tranquilo y firme. Necesitaba de aquella frialdad para llevar a buen puerto su tarea. El nombre de su madre en la trompa del avión no solo le despertaba orgullo, sino que lo hacia sentir responsable por el éxito de la misión, su madre no le perdonaria el fracaso.

No solo se trataba de dejar bien parado el nombre de su madre, el coronel Tibbets, era un buen patriota y sabia que la orden provenia directamente del presidente Harry Truman, aquel hijo de granjeros de Missouri, que habia reemplazado a Roosveelt. Paul quiza no sabia que, días antes, durante la conferencia de Potsdam, el 17 de julio habían susurrado al oído del granjero Harry -el bebe nació satisfactoriamente; y una sonrisa bien americana, soberbia y sobradora dibujo el rostro del presidente frente a las propias narices de Stalin, quien estaba ajeno a aquella escena.

Tibbets miro a su tripulación y les dijo -señores llego la hora de la victoria. Dejen todo sentimiento de lado. Dios bendiga a los EEUU. Allí estaban alineados los 14 hombres llamados a golpear decisivamente a Japón y al maldito Hirohito. La tripulación saludo marcial y aquel día de agosto ingresaron al interior del Enola Gay, en cuyo vientre se encontraba Little Boy, y Tibbets bromeo, -madre que bien preñada estas, caballeros bienvenidos al vientre de mi madre; y una sonora carcajada sonó en aquella caja metalica. El coronel encendió los motores bajo la atenta mirada de su copiloto el capitan Lewis y el avión comenzó su despegue. Eran las 2:15.

Cerca de las 8:00hs Tibbets recibió un mensaje del comandante Eatherly que piloteaba el Straigth Flush avisándole que había un claro entre las nubes que cubrían Hiroshima por donde se podía arrojar la carga. El coronel respiro profundo, miro la trompa del avión y ordeno comunicarse con Tinian donde informo la clave - “Primario”. Enseguida hablo a la tripulación -Es Hiroshima dijo secamente. Todos se concentraron. Ordeno a la tripulación colocarse las gafas oscuras Polaroid. A los lejos se visualizaba un puente y el rió Ota, allí estaba el objetivo. Tibbets tripulo con firmeza aquel vuelo a contraviento y susurro –madre no me falles. 8:10 ordeno abrir las compuertas, 5 minutos después, 8:15 de aquel 6 de agosto dejo caer a Litlle Boy, desde 9460 metros de altura, sobre Hiroshima. Tibbets viro el avión a 150º para huir de la explosión. Un gran hongo ascendente, una gran bola de fuego se percibía desde el aire y dejo a la tripulación muda. Una luz cegadora cubrió la cabina y el coronel junto al copiloto Lewis se aferran al mando del avión. Tibbets le dijo a su acompañante –Dios mio mira como sube esa hija de puta. El capitán Robert Lewis llevaba el diario de viaje donde escribió -Dios mío. ¿Qué hemos hecho? sin animarse a hablar, pero al instante exclamo -¡Guau, menudo pepinazo!. El resto de la tripulación parecia atrapada por la visión de esa gigantesca bola de fuego que arrasaba la ciudad. El ametralladorista de cola el sargento Bob Caron no pudo salir de su asombro cuando grito -Es como mirar el infierno. Lewis rompe su silencio mirando al coronel El tripulante Theodore Van Kirk y el artillero Morris Jepsson estaban helados.

Cuando regresaron a las Islas Marianas, los tripulantes no pronunciaron palabras. Fueron informados del éxito total de la operación. La ciudad de Hiroshima había sido arrasada, tiempo después supieron lo que intuian que aquel infierno habia dejado miles de muertos, 150.000 personas. Tibbets pidió ir a dormir la siesta y pollo frito y maíz para la cena. Mientras tanto en Quincy, Illinois, mamá Enola pensó en su hijo cruzando el cielo de Japón, con un avión que la enaltecia. Se se sintio una madre orgullosa.

lunes, 19 de enero de 2009

Soy bello

Desnudo me contemplo.

Gordo,

Con canas en el pecho

Dolor en el estomago.

Resaca.

Y ojeras.

Soy bello.

Un navegante solitario.

Mi sombra persigue

Un viejo barco atascado

En el horizonte.

Sobre el que brilla la luna.

miércoles, 14 de enero de 2009

minutas entre amores nocturnos

Soñaba que estaba en una discusión.
-Trotsky apelaba
a la irrucpión violenta de las masas
para gobernar sus destinos
y Lenin a que las cocineras gobiernen.
-Esa es una exageración
el estado necesita de la elite.
Hay que expresar la condena
ante la falta de modales
y el gusto enloquecido por la praxis.
Esperar las condiciones
Ejercer la guerra de posiciones gramsciana.
Establecer prioridades políticas,
gustos y adicciones,
novias, novios y amantes.
Nada de minutas entre amores nocturnos
y relaciones poco definidas
o de sexo nacido en volanteada a puerta de fabrica.
No sucumbir a la desviación teoricista
en el terreno de la organización
y al liberalismo en la salida social con los contactos.
Discutamoslo en la proxima reunion de celula
junto al periodico y las cotizaciones.
Establezcamos un marco:
la clase obrera necesita caudillos
y organizaciones fuertes e inamovibles
y una verdad unica e indivisible que se ha forjado
en más de 160 años de luchas proletarias.
¡Ideologos y jefes!
-¿Y la teoría revolucionaria que forja la acción?
-Nuestros especialistas la elaboran.
-¿Y el programa que sintetice la expreriencia?
-Hay que saber escuchar.
-¿Y los soviets?
-¡¿Sin partido?!
-¿Y la comunidad de los revolucionarios
y la democracia como condición de la lucha?.
-Hay que fortalecer el centralismo.
-¿Y la verdad como herramienta revolucionaria?
-Una interpretación correcta.

lunes, 12 de enero de 2009

Porque sí

Hoy tengo el corazón oscuro y
la cabeza dudando de mi existencia.
Por las bombas en Gaza.
Por las heridas de los viejos amores.
Por la ausencia de alegria.
Por la resaca de las drogas.
Porque no tengo más drogas.
Por los inquisidores.
Por las pocas monedas que me quedan.
Por la revolución que tarda.
Por el sexo que aburre.
Por la quiniela que se niega.
Por la ciudad vacía.
Por que sí.
Por estas letras escritas al azar.
Por el poema que nunca escribiré.
Porque tengo que trabajar.
Por estar loco y por estar cuerdo.
Por no saber.
Por no morir.
Por los amigos que se fueron.
Por las cuentas a pagar.
Porque la sangre del mundo nos salpica
Con absoluta indiferencia.

sábado, 10 de enero de 2009

Israel y la civilización. Los herederos de Torquemada


Shimón Peres, presidente israelí, afirmo, en la línea del fallecido Samuel Hungtinton, que la lucha de Israel contra el pueblo palestino de Gaza es la lucha entre la civilización y la anticivilización. Y que el mundo entero iba a agradecer en el futuro a Israel por eliminar al Hamas. Para el autor de El choque de las civilizaciones, las nuevas guerras de occidente enfrentaban el desafió de extender los valores democráticos y del libre mercado, patrimonio de la cristiandad occidental, a un mundo cuyos valores difieren enormemente de estos objetivos.
Israel quien basa su derecho a existir en el genocidio perpetrado por contra el pueblo judío por la barbarie nazi y el occidental y cristiano gran capital alemán, se propone ser el baluarte del occidente contra el Islam terrorista. Poco importa que Hamas haya ganado unas elecciones limpias y legítimamente en todo el territorio palestino. Según la peculiar visión israelí-norteamericana, cómplice de Israel en sus matanzas actuales, poco importa la legitimidad democrática de Hamas, ya que los derechos de la civilización amenazada son superiores a la voluntad de los ciudadanos palestinos. La usurpación colonialista del territorio palestino, las masacres pasadas de Shabra y Shatila, antecedentes de los más de 800 muertos que ya lleva la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, los niños mutilados, la destrucción de hospitales y escuelas, las bombas racimo, la tortura en las cárceles sionistas, son el precio de la tarea civilizatoria de Israel en beneficio del mundo. George W Bush utilizo el mismo tipo de argumentos para invadir Afganistán e Irak y perpetrar el robo colonialista, las atrocidades de Guantánamo y Abu Ghraib y el genocidio sistemático del pueblo iraki.
Videla y Pinochet también hicieron suyo el discurso de la civilización occidental y cristiana contra la amenaza comunista y los campos de concentración y los cadáveres flotando en el río.
Estos representantes la democracia, son los herederos de Torquemada y sus hogueras. Si ellos son la civilización ¿Qué nos queda antes de la barbarie?