martes, 20 de septiembre de 2016

melodías

Frente a la Plaza Congreso, cantando una melodía aborrecible ante la indiferencia de todos. Aquella cantante solitaria, estaba acompañada por un hombre silencioso parado a su lado. No parecía amor, ni comercio, era más bien una soledad inmensa, que hedía a cadáveres destripados por la metralla, de cuyo vientre salían larvas de gusano transformadas en mariposas. Podría haber pensado en un amor que dolía tanto que su única redención era un exilio infinito en el recuerdo más atroz. Transeúntes que olían a sexo rancio y se tiraban pedos bajo la luz de la luna, seguían de largo. Y aquella cantante, morocha, regordeta y su acompañante calvo, delgado y silencioso se mantenían firmes con aquellas melodías que recordaban el trago de la cicuta de Socrates o la carga de la derrota de los soldados en una guerra sin sentido.
La marcha ligera de los autos fue el final de aquel pequeño recital condenado al olvido.