lunes, 7 de septiembre de 2009

Amanda

Amanda, querida Amanda, tanto tiempo ha pasado desde que nos vimos por ultima vez. Y aún así tu rostro mantiene intacto aquel brillo que me cautivaba en las noches interminables de cocaína, alcohol y sexo donde ahondamos desesperados en busca de las explicaciones de la derrota, del devenir del ser, de la construcción de los sujetos. Enunciábamos entre besos fogosos respuestas filosóficas sobre la existencia. En esas noches éramos sujetos deseantes, desmesura del ser spinoziano, la encarnación de las pasiones y los afectos. Y en el día, también interminable, gozosamente interminable, éramos encarnación de la razón estratégica, de la construcción de un sujeto político que diera carnadura a la voluntad de poder de la clase obrera. Nos tildaban de locos, zurdos de mierda, subversivos, apátridas, colectivistas, agitadores del sucio trapo rojo.
Uy, uy, uy. Si ese trapo rojo hablara, testigo mudo de nuestras celebraciones baquicas, sabana que supo proteger del frío nuestros cuerpos desnudos y distinguirnos en las calles como una columna compacta desafiando lo existente, espantaría a las almas bienpensantes de la moral y el orden.
Amanda, querida Amanda, ¿qué nos paso? En mi caso el excesivo uso de la cocaína, las desilusiones del amor, las sucesivas derrotas personales y los tiempos tristes de esta paz de cementerios, me fueron empujando a matizar el fervor revolucionario de la voluntad siempre optimista, con el pesimismo inteligente sobre la condición humana y la organización de la sociedad. A un dialogo interminable con los fantasmas, los miedos y los sueños, a detestar la obediencia y ver en todo acto humano la carga de esclavitud y obsecuencia, junto a los deseos de libertad irrealizados.
Y a vos Amanda ¿Qué te paso? ¿Qué fue lo que te empujo al goce obsceno de la respetabilidad burguesa que antes repudiabas? Una vez me dijiste que era el amor. Que te habías enamorado de un hombre maravilloso. Recuerdo haberte dicho –Estas equivocada, ese tipo es un imbecil. Y lo era. Oscuro trepador, oscuro personaje sin ideas, el eterno sin palabras que interpreta ordenes, simple dulzura al servicio de mantener pareja y vida en las normas estrictas de lo bien visto. Quizás te cansaste del exceso, la velocidad y los desbordes. Lo entiendo. Pero la búsqueda de la felicidad ahogo tu pasión, en la ilusión castradora de que el progreso lo es todo.
Amanda, bella, renunciaste a tu caos, y con él al nacimiento de las estrellas. El mundo es más gris desde entonces.

2 comentarios:

Pluma Roja dijo...

precioso relato/cuento, no sé. Me encantó.

Hasta pronto amigo.

ateo dijo...

gracias pluma