domingo, 2 de octubre de 2011

El príncipe anarquista

Borís Wladimirovich se emborrachaba todas las noches en tugurios perdidos de la Buenos Aires de la segunda década del siglo XX. Un cochero amigo, el anarquista Luis Chelli, lo llevaba siempre en un estado de inconsciencia a su reducto, una triste pensión de inmigrantes en la calle Corrientes 1970. Borís tragaba vodka y ginebra y caña como buen ruso. Ahogaba así su tragedia, la muerte de su amor y el fracaso de la revolución rusa de 1905. Borís era medico y biólogo, pero sobre todo un noble, el príncipe Borís Wladimirovich -igual que su camarada el príncipe Kropotkin- y muy rico, pero renuncio a su abolengo y dio su fortuna al movimiento anarquista al cual pertenecía. Borís sobrevivía pintando cuadros que vendía y con ese dinero se embriagaba hasta que Chelli lo transportaba de regreso a su habitación cantando canciones revolucionarias rusas, recitando poemas para un amor perdido. Borís era un expropiador y quería editar un periódico en apoyo a la revolución bolchevique. Fue por el asalto frustrado a una casa de cambio que debió huir y más tarde fue capturado en Misiones donde desde el gobernador hasta los Ministros de la Nación querían charlar y fotografiarse con su presa, el príncipe anarquista -que como Kropotkin- renuncio a su fortuna y su abolengo para ponerse al servicio de la revolución, ser un hijo del pueblo, como reza el himno de los ácratas. (el príncipe valiente flamea una bandera roja una bandera negra un amor plebeyo un corazón herido una bomba para hacer saltar por los aires la sociedad burguesa. el príncipe valiente vomita bilis y venganza en sus noches de borracho y prisionero. Perez Millan pago con su vida por Kurt Wilkens. el príncipe valiente muere lentamente en una oscura prisión. y este pobre poeta roba una frase en su homenaje: bomba, bomba, el amor es una atentado anarquista)

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