Un
puñado de vergas florecen como rosas. Tomando sus tallos sangran las
manos con las duras espinas. Regadas de saliva salpican su polen
sobre el rostro de un dulce jardinero.
Una
rosa roja, como Rosa Luxemburgo encabezando la marcha de un millón de
furiosas maricas proletarias.
Un
ojo que espía detrás de la puerta de vidrio a las sombras de la
perversión y el delirio.
Hay
caos. Hay narices rotas y sangrantes. Hay dos amantes viriles
propiciándose caricias: rita la salvaje y el hombre tigre. Ella se
ofrece su boca como excusado y el agujero del culo, como refugio para
aquellos que han perdido la noche en vano. El simplemente se zambulle
de cuerpo entero en un río de mierda.
Hay
pasión por la destrucción. Un Bakunin que delira hasta el orgasmo
por las palabras de Netchaev. Una Siberia fría y desoladora en una
habitación de un hotelucho de Balvanera. Una fortaleza de Pedro y
Pablo que encierra a los que saben el camino a los jardines del amor.
No
hay derrota sino un compás de espera.
Cadaveres
y chales cubriendo el cuello de unas damas de barba suave y manos
duras que te toquetean el culo hasta hacerlo una masa de pan, que una
vez al horno, sera mojado con leche y orinas.
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