viernes, 10 de junio de 2011

Esto (o amor en tiempos de restauración Ximena Castro)

Esto ocupa un lugar cuasi mágico en la memoria histórica de mi cuerpo. Plasmarlo en un papel podría parecer innecesario o incluso redundante. Pocas cosas en la vida se merecen la redundancia. En la mía, Esto es una de ellas.

Big-Bang

Culminaba el invierno, al otro lado de las paredes y dentro de mi corazón. Cuerpos aprisionados en mil telas guardados en el calor de las estufas, corazones de cristal trizados por el desamor. Panorama desolador apenas iluminado por la promesa de una primavera porvenir. El calor del sol volvería seguro, el corazón difícilmente volvería a latir con alguna intensidad.

Noche lluviosa, convocatoria casi nula. Casualidad o causalidad, nuestro mundo converge en personajes con convocatoria hasta para el armagedon.

Y en el comienzo de una noche sin estrellas, sin expectativas, sin ningún sentido, un rayo cruza el universo, cargado con la furia explosiva del comienzo de los tiempos, y alcanza nuestros corazones, despedazando viejos trastes rotos e inservibles que solo anestesiaban los sentidos.

Un extraño campo magnético aisla nuestros cuerpos de ese interminable invierno, y la tan esperada primavera, sin aviso y sin permiso, invade nuestro mundo.

2

Sobre viejas ruinas

Todavía quedan esquirlas de viejos cristales por remover, y la primavera aún en brote. Ínfimos puestos en ruinas ofrecían sin éxito resistencia a esta vigorosa fueza vital.

Síndromes anquilosados reptaban aún por los cimientos del nuevo encanto, pero nada había de servible en ellos, por lo que quedaron arrinconados a lo largo de los años, y aunque nunca dejaron de luchar por recuperar sus viejos dominios, la nueva sangre, llena de anticuerpos, los mantuvo a raya día tras día.

Nada ya competía con la sola posibilidad de alcanzar el clímax latente de Esto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

3

Latente y permanente

Arrolladora fuerza, no deja cristal sobre cristal. Su cálida y espesa savia entra por las viejas y arrugadas venas inflándolas de vitalidad. Se desliza por la sangre gris, y un rojo furioso se apodera del interior de nuestros cuerpos.

Un nuevo resplandor emana del pecho, irradiando ese extraño magnetismo hipnótico que nos embriaga. No queda ya lugar para el aire, la respiración se acorta al mínimo.

El vientre, en un celo arrebatador, late al ritmo de tu aliento, que me refresca el cuello en una brisa intermitente, deliciosa. Traviesa lengua, trepadora de recónditos e inexplorados rincones, atiza el cosquilleo bajo mi piel. Labios imantados que se derriten al tocarse, cada gota destinada a matar mi sed recorre mi garganta, mi pecho, mi vientre.

Sin embargo, el ciclo aún no se cierra.

Anónimo dijo...

4

El final del Cielo

Hace treinta y pico de años, un cónclave de iluminados supo construir una larga escalera al cielo, la que generaciones y generaciones, aditivadas o no, recorrieron esperando una conquista rutilante. Sin embargo, aquellos acordes que, a modo de peldaños, transportaban a los jóvenes espíritus hacia el clímax, en algún momento se acababan, y los viejos espíritus se veían asolados por un inmenso vacío y la más profunda frustración.

Vieja historia esa, la del cónclave, la de los jóvenes espíritus envejecidos. En estos días, o en los días de Esto, el cielo ha sido desterrado. No hay lugar para la finitud de una conquista rutilante. Los peldaños, ya no hechos de acordes, nos llevan ahora, lentamente, a un clímax latente, donde acabar ya no es sinónimo de terminar, porque siempre, siempre, lo mejor aún está por venir.

5

Ciclo en espiral

Las gotas de tus imantados labios derretidos en mi boca se deslizan por mi garganta, por mi pecho, por mi vientre... y recorren mi vulva, inflamada por tu olor, por tu sabor, por tu belleza, y mágicamente esta vez las gotas regresan a tus labios. Un beso francés, tierno y suave, recupera para sí algo de la savia de amor.

Tierno y suave, dulce apariencia de ese gineceo que no busca más que devorarte y guardarte en sus entrañas. Probablemente no lo logre jamás, pero su tenacidad impedirá que desista de intentarlo. En una espiral infinita, tus labios llevan la miel de mis tiernos labios devoradores de regreso a su magnético origen.

Cada regreso es un nuevo peldaño en esa infinita escalera a Esto que, ahora inevitablemente, no deja de llegar.