sábado, 29 de agosto de 2009
Elogio de la critica y el onanismo
El asunto comenzó la noche anterior. Me había juntado con una amiga y consumimos unos filetes de acido lisérgico y cerveza fría. Ella se retiro pronto a la casa del novio yo a mi departamento en Caballito donde intente dormirme. Tarea imposible, pronto el acido, que resulto fuerte, comenzó a subir y un sueño recurrente de hombres apiñados en camiones, gritan desesperados por salir y aquellos que lo intentan son atraídos por brazos fuertes que los vuelven a engullir. No marchan a la guerra, son hombres desesperados por trabajo que viajan apiñados y la asfixia y el amontonamiento los va matando. Cuando desperté sudaba a mares. Me bañe y fui por un café de desayuno. A pesar del invierno un calor veraniego reina en Buenos Aires. Compre la Ñ interesado en la nota central sobre Rodolfo Fogwill, para mi gusto uno de los mejores escritores argentinos en actividad, y lo leí sentado en un banco de Parque Rivadavia frente a la fuente sobre la calle Doblas que escupe un chorro de agua constante que para las almas del barrio representa la frescura del espacio abierto pero a mi me parece un gran videt donde las viejas cachondas y siliconadas que gustan hacer como que hacen ejercicio y abrazarse a los árboles y besarlos y los señores que acompañan los señores que corren por el parque tranquilamente se podrían limpiar el culo, las vaginas y las pijas manchadas de poluciones espontáneas y los flujos derramados por la calentura. Fogwill hablaba de los libros alcancías, hechos para juntar monedas en la lucha por la supervivencia. Pero que va. Mi vida es una vida alcancía donde nunca puedo juntar lo suficiente para dejar de pagar deudas, lo que me lleva a gastar lo poco que tengo en comer y drogarme y pagar el alquiler.
Fue en esa situación que se me ocurrió escribir un elogio a la crítica literaria y pensé por titulo: Al que no le gusta lo que escribo, que me chupe bien la pija. Epa. Me frene en seco, y se me paro pensando en un muchachote invitándome a semejante faena y los deseos masturbatorios me hicieron desistir. Así que busque una variación: Si no te gusta lo que escribo, sóbame la verga. Pero me sentí en la misma tónica y pensé que a los poetas adoradores del amor y la moral cristiana les podría parecer una falta de respeto. Lo que me llevo a la variación: Léete esto y si no te gusta mámate esto. Pero no. Evidentemente la idea fija y masturbatoria del sexo oral me comía la cabeza. ¿Comer? Puede ser. Léela y si no te gusta cómela. Y los labios carnosos de una vieja amante se me vinieron en mente y abandone la intención. Fue en ese momento que decidí escribir, con la resaca del acido encima y el deseo alucinatorio de una pequeña orgia latente. Ahora voy a masturbarme.
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1 comentario:
¿Y qué te digo yo ahora?
No sé qué decirte.
No te puedo hacer lo que me pides.
Vivo demasiado lejos de tí.
Y además soy una reprimida total.
Y eso no tiene solución.
Me lo clavaron bien clavado en mi disco duro.
Pero te quiero mucho.
Eso sí.
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