martes, 4 de agosto de 2009

Opio de los pueblos


El hombre que fuma opio
Esta acostado sobre una pequeña cama
Su pipa humeante al lado.
No es Shangai, la de lo barcos apiñados en el puerto
Y las callecitas olorosas de orines y comidas fritas,
La del griterío interminable.
Es un rincón de Buenos Aires oscuro y sucio como Shangai
Sus pies descalzos huelen intensamente,
Pero él esta viajando a los campos humedecidos y cubiertos por los arrozales
A los libros rojos agitados rabiosamente allá en el ‘66
Para defender al Gran Timonel de los revisionistas
Luego de las hambrunas del Gran Salto Adelante.
Y luego Mao quemando a Shakespeare y las partituras de Mozart,
Sentándose junto a Nixon luego de un partido de ping-pon.
Y el defenestrado Deng abriéndose al capitalismo.

Recuerda a la mujer desnuda que espera y espera
Bebiendo vino tinto.
Que soñaba el amor con su rodete Eva Perón
Diciendo que iba a hacer
El Hospital de Niños en el Sheraton Hotel,
Con sus tetas hambrientas de lujuria
Y sus labios sedientos.
La que nunca más apareció.

El hombre fumando opio piensa en vacas sagradas
Contempla ruinas y descansa en la locura.
Piensa, es la historia una amante desgraciada.

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