Severino Di Giovanni era un anarquista expropiador.
Igual que Buenaventura Durruti que murió, más tarde, en Madrid, quien durante algún tiempo vivió en Buenos Aires, asaltando bancos para financiar a la causa.
El Severino expropiador quiso volar por los aires al embajador fascista italiano.
Severino amaba a una joven de 16 años América Scarfo, “la que veras trayendo flores” como escribió el poeta González Tuñon.
Y con el fruto de sus botines editaba elegantes volúmenes de diversos autores anarquistas y un periódico llamado Culmine donde protestaba por la suerte de sus compañeros Sacco y Vanzeti.
Severino representa, en gran medida, la tragedia del anarquismo, el acto revolucionario decidido por la indignación y la propaganda que ilumine las conciencias, dejando por fuera toda organización y lucha política revolucionaria.
A su camarada español, caído en Madrid, la incomprensión de la política le costo la vida.
Y por ello mismo los bravos obreros de la CNT no pudieron evitar que sus dirigentes se hicieran ministros de la burguesía, ni la derrota sangrienta.
Severino Di Giovanni fue capturado por la dictadura de Uriburu y condenado a muerte.
Como despedida escribe a su amada y pequeña América: "Carissima: más que con la pluma, el testamento ideal me ha brotado del corazón hoy”.
En el paredón de fusilamiento grito ¡Viva la anarquía! Antes de ser despedazado por las balas de los máuser.
“Mataron al más bello de los presentes” contó Roberto Arlt, testigo del crimen.
Buenaventura Durruti tiempo después, escribió “un mundo nuevo esta brotando de nuestros corazones” y a la cabeza de los obreros de la construcción, bajo la consigna de No Pasaran! defendió Madrid a balazos ante los fascistas.
A él también lo destrozo una bala, pero esta vez disparada por la espalda de parte de un sicario stalinista. Pero esta es otra historia.
Lo que une ambas vidas, además de la evidente comunidad de ideas, es aquella apelación al corazón, allí donde germinan las pasiones humanas, allí donde anida el sueño de libertad.
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