miércoles, 21 de enero de 2009

Una orgullosa madre americana


El coronel penso en escribirle a su madre, explicandole la decisión: “Madre: quiero que tu nombre ingrese en la puerta ancha de la historia. Que nuestra gran Nación lo identifique con la victoria. Que el enemigo tiemble y reverencie cuando sea pronunciadoo. Ese será mi regalo para tanto sacrifico que hizo de mi un hombre que sirve a su patria gracias al amor de su madre. Este avión que surcara los cielos de Japón y marcara su vida para siempre será recordado como Enola Gay”. Mientras pensaba como seguir estas lineas, Paul Tibbets, cansado se tiro a dormir un poco antes de partir hacia su misión.

Lejos en Quincy, estado de Illinois, Mamá Enola derramo una lágrima pensando en su hijo Paul. Él era un gran patriota americano forjado en las duras condiciones de vida del militar y criado con esmero y cariño por mamá Enola, que alimentaba su hijo con maíz y pollo frito cuando él regresaba sudado y magullado luego de alguna pelea entre blancos y negros y por su padre un duro y autoritario pastelero. Ella hubiera preferido que Paul fuera medico, pero el padre lo convenció de seguir la carrera militar.

El coronel Paul Tibbets Jr desperto, se contemplo frente a un espejo y arreglo su uniforme antes de salir a la pista. Camino hasta la trompa del B-29 que iba a pilotear donde observo cual era el lugar más visible. Justo debajo de la escotilla del piloto pinto con pintura negra el nombre de su madre, Enola Gay. Sonrió viendo recordando la sonrisa de mamá Enola en aquella gigantesca trompa, sintió orgullo de hijo y por un instante se emociono.

La estadía en la isla de Tinian llegaba a su fin, hacia ya un tiempo que el USS Indianápolis había dejado la carga en la base, bautizada en una noche de whisky como Little Boy, la hora de la operación se acercaba. Paul estaba tranquilo y firme. Necesitaba de aquella frialdad para llevar a buen puerto su tarea. El nombre de su madre en la trompa del avión no solo le despertaba orgullo, sino que lo hacia sentir responsable por el éxito de la misión, su madre no le perdonaria el fracaso.

No solo se trataba de dejar bien parado el nombre de su madre, el coronel Tibbets, era un buen patriota y sabia que la orden provenia directamente del presidente Harry Truman, aquel hijo de granjeros de Missouri, que habia reemplazado a Roosveelt. Paul quiza no sabia que, días antes, durante la conferencia de Potsdam, el 17 de julio habían susurrado al oído del granjero Harry -el bebe nació satisfactoriamente; y una sonrisa bien americana, soberbia y sobradora dibujo el rostro del presidente frente a las propias narices de Stalin, quien estaba ajeno a aquella escena.

Tibbets miro a su tripulación y les dijo -señores llego la hora de la victoria. Dejen todo sentimiento de lado. Dios bendiga a los EEUU. Allí estaban alineados los 14 hombres llamados a golpear decisivamente a Japón y al maldito Hirohito. La tripulación saludo marcial y aquel día de agosto ingresaron al interior del Enola Gay, en cuyo vientre se encontraba Little Boy, y Tibbets bromeo, -madre que bien preñada estas, caballeros bienvenidos al vientre de mi madre; y una sonora carcajada sonó en aquella caja metalica. El coronel encendió los motores bajo la atenta mirada de su copiloto el capitan Lewis y el avión comenzó su despegue. Eran las 2:15.

Cerca de las 8:00hs Tibbets recibió un mensaje del comandante Eatherly que piloteaba el Straigth Flush avisándole que había un claro entre las nubes que cubrían Hiroshima por donde se podía arrojar la carga. El coronel respiro profundo, miro la trompa del avión y ordeno comunicarse con Tinian donde informo la clave - “Primario”. Enseguida hablo a la tripulación -Es Hiroshima dijo secamente. Todos se concentraron. Ordeno a la tripulación colocarse las gafas oscuras Polaroid. A los lejos se visualizaba un puente y el rió Ota, allí estaba el objetivo. Tibbets tripulo con firmeza aquel vuelo a contraviento y susurro –madre no me falles. 8:10 ordeno abrir las compuertas, 5 minutos después, 8:15 de aquel 6 de agosto dejo caer a Litlle Boy, desde 9460 metros de altura, sobre Hiroshima. Tibbets viro el avión a 150º para huir de la explosión. Un gran hongo ascendente, una gran bola de fuego se percibía desde el aire y dejo a la tripulación muda. Una luz cegadora cubrió la cabina y el coronel junto al copiloto Lewis se aferran al mando del avión. Tibbets le dijo a su acompañante –Dios mio mira como sube esa hija de puta. El capitán Robert Lewis llevaba el diario de viaje donde escribió -Dios mío. ¿Qué hemos hecho? sin animarse a hablar, pero al instante exclamo -¡Guau, menudo pepinazo!. El resto de la tripulación parecia atrapada por la visión de esa gigantesca bola de fuego que arrasaba la ciudad. El ametralladorista de cola el sargento Bob Caron no pudo salir de su asombro cuando grito -Es como mirar el infierno. Lewis rompe su silencio mirando al coronel El tripulante Theodore Van Kirk y el artillero Morris Jepsson estaban helados.

Cuando regresaron a las Islas Marianas, los tripulantes no pronunciaron palabras. Fueron informados del éxito total de la operación. La ciudad de Hiroshima había sido arrasada, tiempo después supieron lo que intuian que aquel infierno habia dejado miles de muertos, 150.000 personas. Tibbets pidió ir a dormir la siesta y pollo frito y maíz para la cena. Mientras tanto en Quincy, Illinois, mamá Enola pensó en su hijo cruzando el cielo de Japón, con un avión que la enaltecia. Se se sintio una madre orgullosa.

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