Cuando recuerdo esto estoy escuchando a Janis Joplin. Desgarrada y llena de una magia inexplicable. Hermosa llena de ácido y heroína en las venas, pienso en ella caminando desnuda hacia su muerte.
El blues acompaña mi resaca y me permite recordar aquello. Será por que cuando sucedió yo me había tomado un ácido lisérgico y el cosquilleo recorría mis nervios, mientras mi cabeza despegaba cada vez que intentaba concentrarme en no cometer ningún error y de repente estallaba la risa que sonaba demencial en aquella situación. El asunto era que estaba en una oficina llena de secretarias siliconadas que sudaban su terror frente a dos sujetos como nosotros que amenazábamos con terminar con sus vidas entre risotadas alucinadas. Carlo fumaba porro con una mano y con la otra sostenía la 9 yo miraba aquellas tetas hinchadas y me imaginaba estar asaltando la republica de las tetas siliconadas, una suerte de show de Marcelo Tinelli en Belgrano, cuyo presidente era un patético viejo de traje impecable y fealdad humana solo comparable a la de Gerardo Sofovich y Jorge Lafaussi juntos y sus ministros, tres tipos más jóvenes, edad media, sonrisa canchera, traje de moda y cara de garca bronceada en cama solar, por el cual sudan los bajo vientres de las secretarias tetonas y teñidas, que ahora que huelo bien, desprenden el mismo perfume de albergue transitorio que los impecables sacos ejecutivos de aquellos hombres ganadores que se tiran al suelo entre sollozos. Los acompañaban dos tristes guardias privados, hombres resentidos, que habíamos reducido y contrastaban con el ambiente general. Pero el asunto es que entre las risotadas, la 9 de Carlo y mi 38 desfiguran aquellos rostros confiados y solo se percibe su miedo y su disposición a cualquier cosa para salvar sus vidas. Pero no estamos allí para ver tetas ni para cojer secretarias, sino para llevarnos 100.000$ en efectivo que habían recibido como parte de una operación y cuya data nos había vendido uno de los guardias, hombre resentido, que estaba tirado en el suelo.
La verdad es que no se porque se nos ocurrió que podíamos dar aquel golpe estando tan locos pero el asunto es que lo hicimos. La noche anterior esperando el atraco nos habíamos puesto hasta el culo de merca y teníamos una resaca de puta madre y decidimos quemar un ácido y medio de los tres que guardábamos para festejar el éxito del robo. Estábamos relocos y lanzados al mejor estilo Pulp Ficción y the mother fucker si no quieren que los mate entreguen todo ratas. Y no se si fue que los vi tan vulnerables en mí locura y su cobardía o despertó en mi algún dormido instinto anarquista que pensé viendo la cara del que nos abría la caja, con ese rasgo de soberbia burguesa trastocada en pavor frente a nuestras armas en aquella frase de Balzac que dice que detrás de cada fortuna hay una crimen y me sentí un vengador. Entonces cuando lo escuche decir esa frase nerviosa del tipo para calmarme –Tranquilo negrito, llevatelo todo, asustado pero calculando, como diciendo total me lo cubre el seguro y además tengo más torta y después me olvido yéndome un fin de semana a Punta, que me agarro un cosquilleo fuerte que me crei el Guason de Heath Ledger y conteste desencajado –Mala respuesta y le puse la 38 en la sien y apreté el gatillo desparramando los sesos de aquel contador por todas partes, y alucine que le volaba la cabeza al mismísimo Tinelli, o sorete semajante, enchastrando de sangre todo y arrancando el sonido del terror a los demás y la ira y la sonrisa alucinada de Carlo que contemplaba la escena como un espectador de cine de película muda, y echamos a correr pero antes le puse otro balazo al guardia que nos había vendido la data, le apunte y le dije -por ser su perro y por las dudas. Y huimos.
Y aquí estoy, escondido, escuchando a Janis y curtiendo el mambo de otro ácido, conciente de que metí la pata y vienen por mí, chacal y asesino autor del crimen humanamente inexplicable del pobre contador, Raul Iparraguirre, padre de familia, respetable hombre de negocios y que una marcha de silencio va a pedir por más seguridad y su mujer diciendo que había perdido un buen hombre, laborioso y encantador, y los periodistas cubriendo el horrible espectáculo de la sangre y la TV llena de comentarios de especialistas, que rió a carcajada limpia festejando este fin, mientras espero Janis desnuda que corre hacia mí.
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