lunes, 16 de febrero de 2009

El gato me miro fijo


El gato me miro fijo, con esos ojos amarillos con una rayita negra, profundamente, con sus bigotes apuntándome. Y alucine con esa belleza felina, majestuosa que llevo a los egipcios a considerarlos sagrados. Envidie en ese momento la despreocupación de un viviente que sus actos primarios y esenciales son maullar, correr y lamerse. Y me sentí incomodo y profundamente solo en este día domingo de calor agobiante, luego de haber dormido unas pocas horas. Extrañe amigos perdidos en el camino, en las fauces de los matrimonios, en la distancia, en viajes de verano. Pensé en los amores rotos que siempre vuelven en domingo a recordarnos lo frágil de toda relación, lo absoluto de toda soledad. Recordé aquellos tiempos en que el domingo eran el descanso o la búsqueda del sol tras una intensa y pasional noche de borrachera. Y extrañe la borrachera que se guiaba por instintos y no por razones. Y extrañe los instintos que nos hacían sentir libres, a pesar del trabajo, el mundo y la policía. Y extrañe el sexo húmedo de mis amantes mujeres y el almuerzo desnudo con aquel que en mi culo encontró el lugar de su deseo. Y me fume un porro, pero no fue lo mismo, todo era denso y lo único que quería era dormir para que se pasara ese maldito sol de domingo y esta maldita angustia que invitaba al suicidio o, peor aún, al arrepentimiento por lo que fuimos. Y extrañe a mi hija ya adolescente, fumadora compulsiva de marihuana con la que me divierto a más no poder y olvido que me comieron el corazón y nada me hace sentir la alegría de estar vivos un domingo de calor, en una casa ajena, donde vivo de prestado y las familias hacen el bullicio hipócrita del encuentro y los niños caminan por los parques y las mujeres jóvenes y los muchachos pasean sus torsos desnudos o semidesnudos bajo el sol. Esperando que las cervezas los ayude a decidir el próximo paso y la marihuana los desestructure y la policía se muera y yo que soñé el sueño de un mundo visto desde la idea de que tenemos que ser libres al precio de nuestras propias vidas, pase lo que pase. Y que hice de la droga y el alcohol el aditamento de mis esfuerzos por vivir y que busque en la promiscuidad una clave para comprender el amor y la existencia y que hoy estoy solo, tan solo como aquel día que me abandonaron por última vez y comprendí que todo había cambiado. Llegue a la conclusión de Morrisey de que todos los días son domingo e iguales, que somos babosas arrastrándonos en la arena bajo el sol intentando llegar a un mar que nos promete la realidad de nuestros sueños, pero cuya orilla se aleja cada minuto más y más. Y el gato se franeleo en mi pierna y sus bigotes graciosos y su porte señorial y el recuerdo de quien fue tigre, animal sagrado y hoy es mascota, me hizo pensar en su suerte y le brinde agua, caricias y Cat Chow y fui por cerveza y fume marihuana para pasar este domingo lo más pronto posible.

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