domingo, 22 de febrero de 2009
La resaca de los tiempos
La frente suda y el estomago arde sobrellevando la resaca que atraviesa los tiempos. Solo me quedan palabras que se derraman: como el vino sobre el mantel blanco, dejando una marca roja e indescifrable, del mismo color de la sangre en los campos de batalla y los quirófanos. Como el semen sobre el vientre desnudo de la maja desnuda
del viejo Goya, que contempla los monstruos de los sueños de la razón. Bebiendo ron para que no sea posible el olvido. Como la cocaína en el espejo que hace latir a ritmo acelerado el corazón enamorado de Sigmund Freud. Como las mentiras del traidor y las parejas.
Anoche en cambio reía a carcajadas limpias mientras cantaba viejas canciones bajo la lluvia.
¡Singing in the rain! Singing in the rain!
Y hoy solo queda la lluvia y el gesto amargo de la tarde gris y el llanto del niño por la teta de la madre y una diarrea incontinente de palabras que salen de las entrañas, el corazón, retoman imágenes que invaden prepotentes la cabeza extasiada. Las calles rugientes por la furia de las multitudes. Las camas hambrientas del jugo de los sexos y las oscuras sombras de los sueños. Una pequeña anatomía de la ebriedad. Las mejillas sonrojadas de la bella Gigi que ríe, escrutando el mundo con ojos de neorrealismo italiano y escotes a lo Sofía Loren. La sed de mal de mis queridas amigas, amantes secretas de Breton y de Man Ray reinventando el mundo con pulsión surrealista. El paso bamboleante del marido feliz.
¡Singing in the rain! ¡Singing in the rain!
Y nuevamente hoy tan solo el dolor de cabeza y la angustia de las ultimas monedas y el ladrido lejano de los perros. Lejanos como la historia que bebe de la sangre joven de los cuerpos despedazados por la metralla y se alimenta de su carne y se pinta la cara, la vieja puta y decrepita de la historia, para ser amante de héroes de a caballo y espadas en la mano y de tiranos y navegantes que surcan los mares para conquistar el Dorado.
Y hoy estas paredes blancas y la siesta echado en el piso polvoriento y la ciudad, que ayer era mía, callada y la resaca de los tiempos haciendo su tarea.
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