viernes, 20 de febrero de 2009

La tiza


Mediodía. Lupe atiende el celular. Llamada de Horacio.
-Lupe tengo que verte urgente, voy para tu casa.
-¿Pasa algo?.
-No puedo hablar por teléfono. Voy para allá.
-Apura mira que tengo que ir a trabajar. Horacio era además de amigo, compañero de trabajo.
-Ya salgo.
Pasaron unos veinte minutos tiempo en que Lupe aprovecho para comer un sándwich de jamón y queso y cagar lentamente. Suena el timbre. Lupe baja a abrir. Estaba solo en la casa ni el profesor ni la morocha, que vivían con él, se encontraban. La cara de Horacio lo delataba.
-Como andas. ¿Estas repuesto no? Le pregunto Lupe.
-Subamos ya que te cuento.
Tomaron el ascensor hasta el cuarto piso y una vez dentro del departamento Horacio le pidió a Lupe que hablaran en el balcón. Era una fresca jornada de invierno. Una vez en el balcón Lupe pregunto -¿Qué te pasa?.
-Estoy reparanoico. Me parece que me persiguen. Creo que hay micrófonos por todas partes.
-¿Cómo? Para un poco Horacio estuviste tomando demasiado.
-No, escúchame. Ayer por la tarde estaba en el Parque Centenario con Luís quemando unos porros y de repente un flaco de traje se acerco y nos pidió que le convidáramos. Hablando nos dijo que el tenia una línea de faso y merca a buen precio en la villa de Barracas.
-Y que pasó.
- Fui con el tipo este y me metí a comprar un lote de medio kilo de faso y una tiza de 20 gramos. Yo le dije al flaco que el llevara eso encima por si nos paraban. El me dijo que no había drama. Pero en la entrada de la villa cuando salíamos nos para un operativo.
-Y como pudiste zafar.
- Para que te cuento. El asunto es que al falco le encuentran el faso y las tizas y a mi nada. Me interrogan y yo digo que estaba ahí de casualidad. Me provocan, me dicen que soy un cagón y que estoy dejando en banda a mi amigo. Yo me hago el soberano boludo.
-Mucho no te cuesta, bromea Lupe logrando arrancar una leve sonrisa del rostro endurecido de Horacio.
- El asunto es que al flaco se lo llevan en el patrullero y yo me voy. Pero tan enroscado en lo que había pasado que decido entrar de vuelta a la villa y comprar otra tiza.
-¿Estas loco? Lo reta Lupe. Estaba todo re marcado.
- Sí no lo pensé. El asunto es que vuelvo y compra la tiza de 20 por 120 pesos una ganga. Y para sacarla la envuelvo en un preservativo y me la meto en el culo.
- Y que paso. Apura Lupe la conversación.
-Nada. Cuando salgo a las dos o tres cuadras veo que el flaco de traje estaba hablando con los polis que nos manotearon. ¡El tipo llevaba gente a la villa para que los polis los desplumen! Te das cuenta. Creo que me persiguen.
-Me parece que estas paranoico y que hiciste una estupidez. Te arriesgaste al pedo.
- Lo sé.
-Ya tomaste ¿no?.
-Sí pero tengo un montón.
-¿La trajiste acá?.
-Sí. Contesto Horacio. Y metiéndose la mano el culo saco una tiza envuelta en un profiláctico, un poco más gruesa y grande que una barra de azufre.
-Lupe la miro y le dijo a Horacio –Bueno ya que esta, tomemos y vayamos a trabajar.
Horacio busco el ladrillo vidriado que Lupe usaba para peinar líneas y con un cuchillo serrucho que Lupe trajo de la cocina fue raspando de a poco, luego con una tarjeta aplasto las piedras y con el filo de la tarjeta peino dos largas y anchas líneas de cocaína, que ocupaban casi el largo del ladrillo. Estaban encerrados en el cuarto de la morocha.
-Esto nos va a hacer mal me parece.
Primero narigueteo Horacio. Un poco de cada lado en varias veces. Lupe tomo todo de un lado y sintió como la cocaína le subía a la cabeza. Estallaba.
El humor de Horacio cambio de inmediato. Cuando sintieron que una llave abría la puerta de calle. Los corazones se aceleraron tanto que parecian salir del pecho y la paranoia invadía a los dos Lupe y Horacio. Lupe se asomo por la puerta de la habitación. Era el profesor. Respiraron aliviados.
-Se acabo la calma, comento Lupe. Horacio peino otras rayas gigantes y dijo tomemos esto y vayamos a trabajar, no soporto a este tipo.
-Yo tampoco, contesto Lupe.
Tomaron cada uno su raya. Esta vez Lupe cambio de orificio y se sorprendió a si mismo por la cantidad de cocaína que era capaz de inhalar de un solo tiro.
Dejaron la cocaína en una caja de cigarros de Lupe y salieron rumbo al trabajo. Apenas saludaron al profesor que con su cara de persona que poco tiene que ofrecer al mundo los miro inquisitoriamente.
Obviamente el trabajo y el viaje hasta el trabajo fue una autentica tortura. Lupe sudaba a mares y sentía la vista de su jefe clavada en la nuca. Horacio no podía articular palabra. Ambos comprendían que había sido un error ir a trabajar. Por suerte el jefe se retiro temprano y ambos decidieron salir antes a buscar la tiza.
Llegaron a la casa de Lupe que estaba desocupada, peinaron unas rayas y Horacio llamó a la Tana, una preciosa rubia amiga de ambos.
-La Tana dice que vayamos a su casa tiene un JB.
-Dale salgamos. Asintió Lupe.
Antes de salir Horacio repitió el ritual de meterse la tiza por el culo envuelto en un preservativo.
La noche en lo de la Tana fue tranquila y amena. Se sentian seguros y estaban bien acompañados. El día siguiente en el trabajo fue una seguidilla de narigueteadas, conversaciones entrecortadas, raptos paranoicos y escupitajos blancos, sin dormir y alcoholizados.
Lo que comenzó un viernes al mediodía término un domingo a la noche. El animo de Horacio y Lupe era el de dos piltrafas. Había llegado el momento de la resaca y solo quedaba la última línea. Se sentían egoístas y miserables.
–Me siento mal, mi vida no tiene sentido. No puede ser que solo me preocupe esto y que nada más me importe. Sollozaba Horacio.
-No te enrosques, no podemos ceder frente a esta mierda, nunca más vamos a tomar, comprometámonos. Contesto Lupe. –Necesitamos dormir para aclarar las cosas.
- Si. Dijo Horacio.
Se despidieron.
Lupe contó lo que quedaba de su dinero. Calculo. Tomo un colectivo hasta su casa pero cuando el transporte llego a su parada siguió un par de cuadras más hasta un pool. Pensó en tomar un trago antes de ir a dormir. En el pool encaro al baño. Meo. Se le acerco un moreno. Lupe lo conocía, se llamaba Héctor.
-Cuanto queres, pregunto Héctor.
-Dame dos, dijo Lupe.
Ambos papeles los termino allí mismo en el baño. Un nariguetazo largo por orificio. Se sorprendió de su capacidad para tomar cocaína. Pidió una cerveza fría.
Mañana voy a dejar, pensó Lupe, mientras miraba por la ventana la noche fría.

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