Arrojando al héroe interno
lejos
tan lejos
que sea imposible encontrarlo.
que se confunda
con los rostros asustados
del transeúnte
de la esposa
del estudiante
del ciudadano
del policía
(cuyo miedo se esconde
dentro de un uniforme azul
chaleco antibalas
pistola al cinto).
que se pierda
entre la imbecilidad obediente
del taxista
del camarero
del docente
del artista
(pintando flores negras
para espíritus blandos
buena carne
de la mercancía).
lejos de Nietzche,
el aristócrata quejoso
asaltando la razón.
lejos de Freud,
el burgués liberal
desnudando la felicidad.
de Marx,
el revolucionario barbudo
incendiando el capital.
lejos de las teteras
y los piringundines.
lejos de las ciudades
y las aldeas.
lejos del amor
y del odio.
lejos, lejos, lejos.
arrojarlo en el mar
para que sirva de alimento
de tiburones rabiosos.
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