lunes, 30 de marzo de 2009
El general Francisco Villa, los helados de fresa y las soldaderas
El general Francisco Villa tiene la costumbre de comer helados de fresa, no beber alcohol y amar a muchas mujeres. Son innumerables las mujeres que ha desposado Villa. Campesinas todas, como campesino es todo su ejército, la División del Norte que marcha a la batalla con las soldaderas, las mujeres de los milicianos y combatientes villistas. La mayoría son de Chihuahua y Sonora, vaqueros, hombres y mujeres de armas llevar que supieron combatir a los indios sioux y la oligarquía de los Terrazas. Ellos luchan por la tierra y la libertad.
Los soldados del general Villa son los mejores y más audaces jinetes de México, él mismo es un jinete extraordinario. Las cargas de caballería villistas son famosas y letales. Sino pregúntenle al manco Álvaro Obregón, que perdió el brazo y fue derrotado por las tropas villistas. El manco Obregón, que se salvo de ser fusilado porque el general Villa se arrepintió de su orden y lo libero, para volver a ordenar que lo fusilaran cuando ya Obregón había logrado huir. Otro hombre duro el manco Obregón, que luego sabrá derrotar a Villa, y al Centauro Zapata, apoyado por la burguesía y los arribistas de las fuerzas constitucionalistas e imitando la guerra que se hace en Europa, con nidos de ametralladoras y trincheras. Astuto el manco Obregón que supo ganarse a los anarcosindicalistas del magonismo con la jornada de 8 horas y legalizando la Casa del Obrero Mundial.
Seguramente a Villa le dio un ataque de cólera cuando se dio cuenta que Obregón se le había ido de las manos. Habrá maldecido, hijo de una chingada, y nadie se acerco por miedo a terminar con un tiro en el pecho. Porque el general no se mide. Una vez, durante una discusión el cónsul ingles levanto la voz frente a Villa. Cuando los de la habitación contigua oyeron el tiro y corrieron para ver pasaba, se encontraron con el cónsul ingles derrumbado en su silla y al general Villa con su revolver humeante en la mano.
Las tropas de Villa combaten de día, para poder ser filmados por los estudios norteamericanos interesados en retratar la épica revolución de a caballo en su patio trasero. El periodista John Reed ve en la milicia villista –y trata de convencer a sus desconfiados camaradas de las IWW- la fuerza combatiente de una revolución social. Reed esta sorprendido allí donde la División del Norte triunfa, se reparte el dinero expropiado entre las viudas, la tierra entre los campesinos y Villa firma su propio dinero. Villa utiliza las vías ferroviarias y los trenes como trazado de sus movimientos militares, duerme todas las noches en un pueblo distinto y con una amada distinta, todas esposas del general, porque en las noches donde no hay batalla, cuando la tropa descansa, Villa toma helados, los milicianos tequilas y las soldaderas preparan sus enchiladas y tortillas y danzan con sus hombres, antes de hacer el amor bajo la luna de Chihuahua.
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