La luna penetra el azul oscuro cielo nocturno.
Es un ojo vigilante.
Casi como la luna del Trumman Show.
Se ha arrogado hace siglos la representación y
el dominio sobre los sueños, los deseos, los amores ,
los suicidios, los desamparados y los conspiradores.
Sorda al reclamo de los borrachos y
anhelante del piropo de los poetas.
La luna es un culo que nos caga un suave elixir de cometas y estrellas.
Soles que estallan y cincelan de caos el universo.
Agazapado como un tigre,
camuflado entre la noche y el verde de los arboles,
huyendo del halo de luces y el sonido.
Ocultándose de la mirada vigilante de la luna.
El ojo de Dios (si este existiera),
aunque podría ser la almohada de un drogadicto en un banco de plaza o
una enorme torta helada para los hambrientos.
Unas tetas grandes y firmes recuerdan la ley de gravedad.
Danzan y desafían el espacio.
Oliendo el perfume del asfalto y las baldosas llenas de tierra y humedad.
El cemento y la planta de los pies son una y la misma cosa.
El aire expirado deja una huella imperceptible de luz,
eructamos estrellas y terremotos.
Repetimos signos y significados.
Damos categoría a esta sombra que proyecta la lámpara sobre nuestras manos.
Damos voz histórica a la pila de cadáveres que sedimenta la tierra.
Damos simbología al caos.
No nos comieron la lengua los roedores,
nuestro alimento es la lengua de los ratones.
Trompetas, trombones, tubas y saxos
Los vientos una caravana de música
De bodas y funerales.
Bebiendo vodka y cerveza junto a los gitanos de Kusturica.
Junto a la cucaracha que no puede caminar
porque le falta, porque no tiene, marihuana para fumar.
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