-Angustia. Lo que se dice angustia, es la que conlleva esta carga podrida de muerte y dolor que implica seguir vivo. Porque uno sigue vivo pensando en la proximidad de la muerte. Tanatos diría Freud. Y el Eros que se eleva por oposición, por pulsión carnal, por necesidad agobiante de sentirse en ruta, haciendo de la experiencia un acto dionisiaco. Eso es, un acto dionisiaco, un acto embriagador, un acto que subvierte la ley y permite que corporizar lo que no puede ser contenido por la norma. Dionisiaco, es el orgasmo de aquella chica que sueña entre dos machos vergudos ser la hembra del infierno, tener la conchita más jugosa y caliente de la ciudad, ser ella la única mujer, objeto absoluto del deseo. Es el éxtasis liberador del ácido lisérgico sobre un grupo de jóvenes en clases. Imaginaté, explotar de risa y locura en medio de un dictado abominable de matemáticas. Dionisiaca es la experiencia vital del combate callejero con la policía. Ellos siempre son Tanatos. Ellos siempre son la muerte.
-Y vos?
-Yo soy esta rabia lacerante, este sol inmolándose en absoluta soledad, el producto de la lengua y el movimiento. Soy, para robar la frase, una flor creciendo entre tachos de basura.
-Y yo?
-Un culo para llenar con mi leche envenenada, una ofrenda al crimen y la moral. Un cadáver exquisito. No pidas de mi boca palabras dulces. Matar y morir por amor, son términos relativos. Tu parte, es algo que nunca me podrás contar.
Y fue entonces cuando tome la cuchilla y le corte la garganta. El dialogo me había aburrido y su voz me resultaba insoportable y chillona. Su reacción fue un gruñido amorfo. La sangre manaba profusamente del cuello. Su linda pija estaba parada y echando leche. Sus ojos eran dos perlas frías. Lucia bello ensangrentado.
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