domingo, 30 de mayo de 2010

Preso del otro

El hombre era preso de una dulce melancolía. Extrañaba aquellas pequeñas tetas sobre las que se sostenían dos duros pezones como perlas negras. Extrañaba el sentido del amor. Extrañaba el olor a pis de su conchita. Extrañaba la lectura compartida desnudos y en la cama. Simplemente extrañaba el otoño y el invierno en el cuerpo del otro.
El hombre era preso del Otro. Lo había encerrado para siempre en su ignorancia.

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